Un dolor de cabeza. Eso es lo que tienen los argentinos cuando piensan en su selección. Los malos resultados, pero sobre todo la poca organización hacen que la ‘albiceleste’ se guie por la anarquía sin importar quién sea el entrenador que dé las indicaciones desde el banco de suplentes. Lionel Messi, uno de los dos mejores jugadores del mundo, parece ser el más perjudicado. Las críticas lo apuntan con el dedo y las comparaciones con Diego Maradona se vuelven insoportables.
“No es un líder, ‘pecho frío’, no engrandece a quienes lo rodean”, suelen ser las palabras que caen sobre el ‘10’, que todavía no ha podido ganar un torneo con la selección mayor. Sí lo hizo; sin embargo, cuando defendió a la Sub20 en la Copa del Mundo de Holanda en 2005 o a la olímpica en los JJOO de Beijing 2008. Pero la suerte, en los últimos años, no ha estado de su lado. Tres finales perdidas (Brasil 2014, Chile 2015 y EEUU 2016) de forma consecutiva y una generación dorada que pasó al olvido parecen caerle sobre la espalda.
Al final, todo esa presión no solo ha afectado a Messi, sino también a quienes han tenido que levantar un proyecto deportivo que parece no tener ni pies, ni cabeza. Después de la final del mundo perdida en el 2014 de la mano de Alejandro Sabella, en la AFA nunca se pusieron de acuerdo y ya pasaron otros cuatro entrenadores (Gerardo Martino, Edgardo Bauza, Jorge Sampaoli y Lionel Scaloni) en los últimos cinco años.
El punto de quiebre; sin duda, se dio en la Copa del Mundo de Rusia, donde la ‘albiceleste’ pasó con las justas a octavos de final, tuvo problemas internos en el vestuario y nunca encontró una alineación entre el entrenador y los jugadores. Cambios de sistema y de jugadores terminaron mareando a los 23 elegidos y el derrumbe empezó a confirmarse. Tras regresar a su país, el de Casilda cogió sus maletas y se fue para dejar al mando a Scaloni, exfutbolista que nunca había tenido experiencia dirigiendo a un equipo.
Entre la época postmundial y la presente Copa América, el joven estratega probó de todo: desde sacar a los consagrados para llamar a los más jóvenes hasta volver a contar con Messi e intentarlo con diferentes sistemas (4-4-2 o 4-3-3, como en los dos primeros encuentros del torneo en Brasil frente a Colombia y Paraguay).
De esa manera, al igual que con su predecesor, los jugadores seguían sin encontrar un rumbo fijo para seguir dentro de la cancha. Todos –hasta la prensa– se encomendaban a lo que pudiese hacer Messi y el futbolista del Barcelona, intentándolo por todas partes, quedaba en nada y atrapado, otra vez, por el anarquismo de un equipo que no encuentra solución por ningún lado.
Siempre pone el pecho
Es obvio que no le alcanza, pero también es importante recalcar que lo intenta. Pongamos como ejemplo el último partido jugado por la ‘albiceleste’ ante su similar de Paraguay. El equipo se paró con un 4-3-3 (Armani; Casco, Pezzella, Otamendi, Tagliafico; Paredes, Lo Celso, Pereyra; Messi, Martínez y De Paul) con la intención de generar más asociaciones encontrando hombres libres a la espalda de la volante ‘albirroja’. Está claro que la intención no dio sus frutos –salvo momentos puntuales de Lo Celso– y Argentina volvió a ser una lágrima.
Pero, como cualquier equipo que tiene grandes ‘cracks’, el cuadro de Scaloni se mantuvo con vida gracias a las apariciones de su jugador estrella. Messi, otra vez, puso el pecho en un contexto desfavorable, donde encontraba muy pocas opciones de pase y donde sus compañeros, en lugar de acercarse para asociar, se alejaban como quien le cede el paso a su jefe, al ‘Rey’ o Presidente de la República.
Y así, obviamente, es imposible. En una época en la que el fútbol mundial se potencia en lo colectivo, ya no en lo individual, Lionel no necesita que lo respeten, sino todo lo contrario. Que lo ‘pu@$#” si no da el pase, que lo acompañen en sus cambios de ritmo, que se le desmarquen dentro del área, pero sobre todo, que lo bajen del poster de ídolo que tienen muchos de sus jóvenes acompañantes en la selección.
Porque, como dice Pep Guardiola –uno de los entrenadores que marcó la carrera del astro argentino–, a los desequilibrantes hay que darles el contexto para que superen siempre a su adversario ¿Cómo se hace? Ocupando posiciones determinadas que permitan que, cuando la tenga el ‘10’, solo se concentre en superar a uno o dos adversarios y no a todo un equipo bien replegado de forma escalonada como se observa en la imagen.
Al final es cierto que Messi podrá hacer goles estratosféricos llevándose a mitad del equipo como hizo en una final de Copa del Rey ante el Athletic Club, pero también es verdad que la mejor versión del argentino se la dieron dos entrenadores (Luis Enrique y Pep) que hicieron trabajar a un equipo en función de lograr que quien defina la jugada –no la geste– sea el mejor del mundo. De alguna u otra manera, algo de razón tienen y en Argentina, hasta que el contexto no le favorezca, la tarea seguirá siendo titánica.
► ¡Escándalo, un trueque millonario! El 2x1 que prepara el Real Madrid para fichar a Neymar este verano
► Con 8 kilos menos: el increíble cambio físico de Marcelo para pelear el puesto en el Real Madrid
► “Ni Brasil tiene un ‘9’ como Paolo Guerrero, es el mejor después de Luis Suárez”
► Unos llegan, y otros salen: los cracks que podría vender el Barza para hacer caja este mercado [FOTOS]