Justicia. Palabra divina. En la vida y también, por qué no, en el fútbol. Porque el deporte rey –bueno, sus intérpretes– siempre ha buscado tomar el camino justo para ganar, salvo casos excepcionales (la ‘Mano de Dios’ en México 1986, por ejemplo). Los altos mandos, llámense dirigentes, no han hecho lo mismo fuera de la cancha y ahora es la justicia quien los condena. Pero ese es un tema aparte.
Todo esto viene en razón de una palabra. O bueno, tres letras que sintetizan tres palabras: Video Assistant Referee o mayormente conocido como VAR. Y es que la tecnología ya entró al fútbol y con bastante fuerza. Después de ser un invitado de lujo en la Copa del Mundo de Rusia 2018 –donde nos favoreció en el partido con Dinamarca cobrando el penal que luego erraría Christian Cueva–, la nueva inversión de la FIFA se apoderó de casi todas las ligas de primer orden (salvo la Premier League) en la temporada 2018/19 y en la Copa América, como es obvio, no pudo faltar.
En Venezuela no queda duda de que están a favor (dos goles de Perú y otros dos de Brasil fueron anulados por la tecnología), pero en otros sitios la duda es inminente. ¿Realmente es indispensable tener al VAR en el fútbol o el error –u horror en algunos casos– humano hace más lindo e impredecible al fútbol? Al final, cuántos gritos de gol quedaron en nada después de unos cuantos minutos de suspenso. Christofer Gonzales, por ejemplo, lamenta que su primer gol oficial con la selección ya no esté presente en los libros de estadística. Otros, como el marroquí Amrabat, se lo tomaron un poco más personal, pero eso ya quedó atrás.
Cuestión de tiempo
El tiempo, en el fútbol, es un recurso limitado. Que solo se jueguen 90 minutos por partido hace que las chances de ganar se reduzcan a ese rango, no como el tenis, en el que se juega lo necesario para que uno de los jugadores termine pasando de ronda. A eso se suma que ahora el VAR reduce el tiempo efectivo en el que la pelota corre por el césped. A ejemplos podemos remitirnos, como se puede ver en el tuit (hilo) adjuntado a continuación.
Desde un minuto –en el mejor de los casos– como ocurrió en el partido entre Uruguay y Ecuador (4-0), en el cual el árbitro escuchó a sus asistentes y rápidamente cobró el fuera de juego que invalidó uno de los goles, hasta cuatro minutos que tardó Wilmar Roldán en el Perú vs. Venezuela (0-0) en decidir anular el gol de Christofer Gonzales que abría el marcador en el Arena do Gremio. Al final, ese tiempo perdido se agrega al tiempo añadido del final de cada parte, pero como bien sabemos, no es lo mismo. ¿Se llegará a ser como el fútbol americano donde el reloj para cada dos por tres?
Las críticas no han dejado de caer. Y con razón. Pero hay una sencilla razón por la que el juego se ve perjudicado y, al parecer, es por una decisión de la CONMEBOL. Nuevamente citamos un tuit (hilo) para entender mejor lo que sucede mientras el árbitro de la cancha se toca la oreja esperando el comunicado oficial sobre lo que pasó.
Esto, de alguna manera, permite ponernos en los zapatos de las personas encargadas de impartir justicia. El cambio de sistema en el uso del VAR con respecto al utilizado en Rusia perjudica no solo a los hinchas y jugadores, sino también a los árbitros, quienes pierden la autoridad e importancia que tenían en un partido. Quizás, entonces, la solución esté en homogenizar el uso del mismo por el bien del espectáculo, que finalmente es lo que atrae a la gente a llenar los estadios.
También existe el factor humano que tiene el fútbol. Claro, la justicia está por sobre todo. Y no nos referimos al debate que puede generar un cobro polémico, sino a que gran parte del atractivo del fútbol es su emotividad. Porque nadie puede negar que para un hincha es lindo gritar un gol, celebrarlo, llorar de emoción. Y tampoco se puede negar que no hay sensación más terrible que festejar con todo lo antes mencionado para luego darte cuenta de que el gol no fue válido.
Ahora, si así sienten los hinchas, imagínese lo que puede sentir un jugador al celebrar un gol –la máxima alegría que te puede dar el deporte que es tu vida– y que luego de varios minutos se lo anulen. ¿Qué habrán sentido Christofer Gonzales o Countinho, quienes celebraron con euforia sus goles? ¿Cómo se habría sentido Edison Flores si le anulaban su tanto luego de haberlo gritado a todo pulmón?
El VAR logra ser justo –todos sus 'veredictos' han sido acertados–, pero necesita regularse y ser más ágil. De otra manera, como se viene viendo, solo perjudica el espectáculo, al enfriar el juego, quitarle emoción y despojar de autoridad al árbitro. Al final, habrá de todos los tipos. Aquellos que festejen el fin (en gran parte) del error arbitral –no se podrán repetir casos como el de gol de Raúl Ruidíaz a Brasil– y otros que rechacen el inicio de algo que parece haber llegado para quedarse y seguir evolucionando. La gran pregunta pasa, entonces, por saber hasta dónde es que la tecnología se puede involucrar en el deporte.
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