Lágrimas, gritos y emoción desbordada. Así era el ambiente de los Eagles tras ganar el Super Bowl, pero no el de Nick Foles, el gran artífice de la gesta. Serio, el mariscal buscaba a alguien. Decenas de periodistas le impedían caminar por el US Stadium, así que se quedó con las ganas de hablar con Tom Brady, su homólogo de los Patriots.
“Quería agradecerle por esta noche. Es uno de los mejores de todos los tiempos y sentí que debía decírselo”, señaló Foles.
Acababa de liderar a su equipo al primer Super Bowl de su historia –y el primer título tras 57 años–, pero su mente estaba en hablar con el engreído de la NFL. Y no, no era por ‘show’.
Un gran tipo
Si algo ha aprendido Nick Foles es a ser agradecido, pues la vida da vueltas. A pesar de ser uno de los mejores atletas de su universidad, tuvo que esperar a la tercera ronda del draft para llegar a la NFL. Lo logró, pero la felicidad duró poco.
Una seguidilla de lesiones lo dejaron al borde del retiro. Y fue ahí, cuando creyó que todo estaba perdido, que llegó la luz.
Estudió la biblia y le llegó el llamado: ser pastor. Aprendió a tomarse las cosas con calma, así que cuando volvió a los Eagles hace un año, sabiendo que sería suplente, no se desesperó.
Nadie imaginó que Wentz, el mariscal titular, se lesionaría de la rodilla dos meses antes del Super Bowl. Dada la situación, Foles, otra vez, no se desesperó. Y partido a partido, mostró su nivel. Y, claro, su fe.
Así que, en una noche histórica, los Eagles vencieron a los Patrios, megafavoritos, 41-33. El chico que aprendió del rechazo fue el MVP del Super Bowl. Ahí confirmó que hace falta fe en Dios para gozar de oportunidades, y fe en uno mismo para llegar al éxito.