Parecía ser una de las muchas estrellas frustradas en el fútbol de élite europeo. Después de haber llegado al Arsenal de la mano de Arsene Wenger –quien vio en él un potencial voluminoso cuando jugaba en el Stuttgart–, el nombre de Serge Gnabry se empezaba a perder entre la multitud porque no mostraba nada interesante en la élite. Y es que su falta de continuidad (jugó poco más de 9 partidos entre la 2012/13 y la 2016/17) en la Premier League le pasaba factura.
Pero fue en ese 2016, cuando parecía que su carrera le confirmaba que sería uno más, que empezó su crecimiento futbolístico. El Werder Bremen le abrió las puertas de la Bundesliga y, tras anotar 11 goles en 27 encuentros del torneo alemán, lo que vio Wenger –pero no pudo explotar– empezaba a confirmarse: ese chico tenía talento.
El Bayern Múnich lo compró por 10 millones de euros y el color rojo le daba su revancha, aunque tendría que ser paciente. Por eso, cedido en el Hoffenheim durante la 2017/18, volvió a confirmar que sus números eran estimulantes: en 22 encuentros de la primera división germana anotó 10 tantos y en ‘Bavaria’ no podían darse el lujo de tenerlo fuera de su plantilla, sobre todo mientras se daba el envejecimiento de Franck Ribery y Arjen Robben.
Por fin llegaba a la élite europea para ser parte importante del primer equipo. En el Arsenal no lo había logrado –ni en el West Brom cuando estuvo cedido–, por eso en el Allianz Arena tenía el gran reto de su corta carrera (tiene 24 años). Y no decepcionó. Aunque no era un fijo en el once de Niko Kovac, Serge empezaba a tener la continuidad con la que soñó, tanto en Champions League (donde disputó 7 encuentros), como en la Bundesliga (31).
Mientras todo este proceso de crecimiento iba pasando año tras año, la selección alemana ya lo miraba con un potencial importante. Por eso, hasta cuando no tenía regularidad iba convocado con la sub17, sub19 o sub21, aunque fue recién cuando regresó a su país de nacimiento (2016) que Joachim Low le dio oportunidad en la mayor (jugó 30 minutos en un amistoso ante Italia).
¿La consagración?
Ya en la 2018/19, el diamante empezaba a brillar. Por eso sus convocatorias con los germanos empezaban a ser una tendencia: iba a la UEFA Nations League, amistosos y, últimamente, a las Eliminatorias rumbo a la Eurocopa 2020 que se desarrollará por toda Europa. Pero es que el inicio de la 2019/20 es la que ha traído consigo la mejor versión de Gnabry, quien confía en convertirse en una estrella de su selección ahora que Leroy Sané está lesionado.
A los 24 años parece, por fin, haber encontrado la velocidad crucero. Tras las salidas oficiales de Ribery y Robben, Serge ahora sí que es un futbolista determinante para el Bayern de Kovac: ha jugado 6 de 7 partidos en el inicio de la Bundesliga y los dos partidos (uno como suplente) que llevan disputando los bávaros en la Champions League.
Y como la vida da vueltas, fue en el norte de Londres –donde no había tenido la oportunidad de brillar con la camiseta ‘gunner’– que el alemán se quitó la espina clavada. Vestido de rojo, con la casaca de su equipo actual, le hizo un póker (cuatro goles) al Tottenham en la victoria 7-2 por la segunda fecha de la ‘Orejona’. Nada podía contener su emoción.
Ahora, en un proceso de renovación por parte de Joachim Low, Gnabry parece ser la punta de lanza junto a Timo Werner. Cuando parecía que su carrera se iba al olvido, las oportunidades le llegaron en el momento indicado y tuvo la convicción para tomarlas y aprovecharlas, aunque en un comienzo no estaba del todo decidido por el fútbol como carrera profesional.
Sangre velocista
Lleva la sangre africana en el ADN. Es que su padre, oriundo de Costa de Marfil, decidió viajar a Alemania para aprender el idioma y llevarles la cultura europea a sus compatriotas; sin embargo, su plan no salió del todo bien. Ya en el ‘Viejo Continente’, Jean-Hermann se enamoró de Birgit –quien se convertiría en la madre de Serge– para darle vida a una estrella.
Aunque con 11 años ya pertenecía al Stuttgart, su pasión no siempre estuvo ligada al deporte rey, sino al atletismo. La velocidad que todavía lo caracteriza en los campos de juego estuvo siempre de su lado e incluso soñó en acabar con el dominio de Usain Bolt en las carreras de velocidad.
Pero las marcas prácticamente inhumanas que iba generando el jamaiquino empezaron a desilusionar a Gnabry, quien proyectó su carrera con la pelota como más exitosa que en las pistas atléticas. Aunque en algún momento pensó que se había equivocado, seguro que ahora está totalmente convencido de haber decidido correctamente.
Todavía falta mucho camino por delante para considerarlo una estrella consagrada, pero seguro que va en el camino correcto. Ya en el mejor equipo de su país, siendo un asiduo en la selección alemana y teniendo solo 24 años no hay nada que parezca frenarlo, ni las lesiones que, en algún momento, le quitaron oportunidades en el Arsenal.
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