El 25 de noviembre del 2020 fue un día clave para la vida de Diego Armando Maradona, pues su historia se inmortalizó con su ausencia y se convirtió en la imagen imborrable de un ídolo que dejó de ser carne para –por fin– ser ‘D10S’ con todas las de la ley. Aquel sobrenombre que lo vistió de omnipresencia desde siempre, adquirió una nueva connotación el día de su muerte: el ser que ya no está entre nosotros, pero que a partir de ahora multiplicará su existencia gracias al legado inalterable de su recuerdo.
La muerte no siempre es el punto final de una vida, y más para un hombre que desde que se convirtió en figura pública adquirió miles de vidas a través de los ojos del mundo. Quienes lo admiramos, le dimos a Maradona la potestad de jugar con su deceso cuantas veces quiso, hasta el día en que su gambeta no dio más y tuvo que apagar su existencia como un mortal.
Sin embargo, aunque la resurrección siga siendo un hecho improbable en estos tiempos, con alguien como Diego siempre hay la licencia de revivirlo a través de las innumerables manifestaciones artísticas que esparcieron su legado alrededor del mundo: libros, canciones, películas, cuentos, poemas, ensayos, series, pinturas y demás expresiones que surgieron a partir de su imagen.
Enumerar cada una de ellas quizás sea una tarea titánica, por lo que para evocarlo de una formas más sublime podemos entrar, a través de la literatura y la música, en tres versiones de él que explican su vida desde ese pedazo de mortalidad de un ser al que siempre creímos inmortal.
Maradona, el más humano de los dioses
El escritor uruguayo Eduardo Galeano siempre demostró su admiración por Maradona a través de la literatura. Era una manera de describirlo y darle un significado a la contradicción de ser “el más humano de los dioses”, como reza en su texto Maradona de su libro Cerrado por fútbol.
En él, con una brevedad que penetra y se hace eterna con cada palabra, Galeano explica que parte de la identificación que sentimos por el de Villa Fiorito tiene que ver con la suciedad de sus actos extrafutbolísticos dentro del maravilloso don de su zurda. Una forma de humanizar los pecados de un Dios que nunca tuvo límites.
“Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable”, escribió el nacido en Montevideo.
Finalmente, desnudando el lado oscuro del éxito, Galeano puso sobre el papel esa versión de Maradona que cambió a través del tiempo y que no pudo volver atrás para salvarse la vida. No como una forma de matarse así mismo, sino como una condena de la que no pudo escapar por el simple hecho de ser Dios.
“(...) Pero los dioses no se jubilan, por humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero. Maradona fue condenado a creerse Maradona y obligado a ser la estrella de cada fiesta, el bebé de cada bautismo, el muerto de cada velorio. Más devastadora que la cocaína es la exitoína. Los análisis, de orina o de sangre, no delatan esta droga”.
Otro año les has ganado a tus sombras, aleluya
Compasivo y tierno como él mismo, Mario Benedetti escribió el poema Hoy tu tiempo es real (2008) para graficar ese espacio entre el recuerdo y la decadencia en el que Maradona transitó más de una vez, a veces como pasajero errante y otras como condenado a los estragos de sus excesos.
Cuando el uruguayo dice “Tu edad de otras edades se alimenta / No importa lo que digan los espejos / Tus ojos todavía no están viejos / Y miran, sin mirar, más de la cuenta”, nos habla de cómo el paso de los años hizo de Diego un ser más vulnerable, pero a la vez más fuerte gracias al perdón de los que lo admiramos.
Cierra con “Vida tuya tendrás y muerte tuya / Ha pasado otro año, y otro año / Les has ganado a tus sombras, aleluya”, explicando que, como sucedió innumerables veces hasta antes de su muerte, cada paso que daba le permitía dejar atrás las consecuencias de sus sombras y renovar su adoración desde el recuerdo de los días felices.
“Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta.
Tu edad de otras edades se alimenta
No importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
Y miran, sin mirar, más de la cuenta.
Tu esperanza ya sabe su tamaño
Y por eso no habrá quien la destruya
Ya no te sentirás solo ni extraño.
Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya”.
Es un ángel y se le ven las alas heridas
Dentro de muchas de las canciones que fueron escritas para homenajear al ‘Pelusa’, Maradona de Andrés Calamaro evoca un perdón anticipado y un agradecimiento eterno por su “don celestial de tratar muy bien el balón”.
El cantautor nos lleva a ese espacio donde la misericordia por Maradona está ligado al parentesco, un lugar donde el abrazo fraterno sirve de consuelo ante el pecado. “No me importa en que lío se meta / Maradona es mi amigo / Y es una gran persona en el diez”.
Anticipando su futura ausencia, Calamaro retrata la sensación de extrañarlo. De quererlo siempre junto a nosotros a pesar de que eso sea solo un ilusión musical, de esas que solo sirven para consolarnos cuando el ser ya no está. Como desde aquel 20 de noviembre del 2020. “Diego Armando estamos esperando que vuelvas /Siempre te vamos a querer / Por las alegrías que le das al pueblo / Y por tu arte también”.
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