El fútbol, con su inagotable capacidad para tejer historias fascinantes, ha brindado una vez más una narración que mezcla gloria y humildad en una sola vida: la de Fabián Monzón. A sus 37 años, Monzón ha pasado de la cúspide del deporte olímpico a los campos más modestos de Río de Janeiro, reflejando el recorrido impredecible y a menudo sorprendente que pueden tomar las carreras futbolísticas. Retrocedamos a mediados de 2008, cuando Monzón formaba parte de una generación dorada de futbolistas argentinos. Junto a él, nombres que hoy resuenan con grandeza: Lionel Messi, Ángel Di María, Sergio Agüero, Juan Román Riquelme, Javier Mascherano y Fernando Gago, entre otros.
Fue en esos Juegos Olímpicos de Beijing donde Monzón, como lateral izquierdo, contribuyó al triunfo de Argentina, llevándola a la medalla de oro. Titular en cinco de los seis partidos del torneo, su labor en defensa y ataque fue fundamental, compartiendo banda con figuras como Lavezzi y Di María, quienes rotaron a lo largo del campeonato.
Tras aquel hito olímpico, la carrera de Monzón lo llevó por diversas ligas y equipos de renombre. En Europa, vistió las camisetas del Betis, Olympique de Marsella y Niza, donde su rendimiento fue seguido con interés. En Sudamérica, su trayectoria incluyó pasos por Boca Juniors, Fluminense y Universidad de Chile. Sin embargo, como en muchos casos, la trayectoria de un futbolista es tan fluctuante como la pelota que persiguen.
El presente de Monzón, sin embargo, lo encuentra en un escenario completamente distinto. Después de más de un año sin jugar un partido profesional, el defensor argentino ha decidido embarcarse en una nueva aventura con Bonsucesso, un modesto club de Río de Janeiro que milita en la Serie B2, la cuarta división del fútbol carioca. Con esta entidad, Monzón disputará la Copa Rio, enfrentándose a desafíos muy diferentes a los que alguna vez conoció en su carrera.
El debut de Monzón con Bonsucesso está previsto para el 24 de julio, en un partido contra Sampaio Corrêa RJ en la primera ronda de la Copa Rio. La realidad del club no es la más favorable: el gimnasio y parte del campo tuvieron que ser subastados debido a problemas financieros, reflejando un lado del fútbol que raramente sale a la luz en las grandes ligas.
La historia de Fabián Monzón no solo es un recordatorio de las glorias pasadas, sino también una ventana al lado más difícil y a menudo olvidado del fútbol profesional. Hace dieciséis años, Monzón tocaba el cielo con las manos al ganar el oro olímpico con una generación que se consagraría mundialmente. Hoy, su realidad es mucho más modesta, pero no menos digna de admiración.
Su carrera es un testimonio de la resiliencia y pasión que muchos jugadores llevan en sus corazones, sin importar el escenario. Desde las canchas del glorioso Estadio Olímpico de Beijing hasta los polvorientos campos de la cuarta división de Río, Monzón sigue persiguiendo el balón con la misma dedicación.
Sigue el canal de Depor en WhatsApp, en donde encontrarás todas las claves del deporte del día.
Contenido GEC