Las grandes historias de éxito no necesariamente siguen el camino que indica la flecha. De hecho, no tienen por qué seguirlo. Hay casos en los que el camino se forja yendo a contracorriente, siendo un cabeza dura, como lo fue Marcelo Gallardo. Aunque cuando el hoy técnico más ganador a nivel internacional de River Plate empezó su camino en el fútbol, de lo que único que estaba seguro era que no quería saber nada del fútbol. Es más, soñaba con ser piloto, y cuando alguna vez su padre lo llevó a probarse al equipo de rojo y blanco de Núñez, casi se va sin jugar.
Toda su familia, confesó Gallardo, era muy futbolera, pero a él no le terminaba de encajar la idea de salir con los amigos a patear el balón. Dicen los que lo conocieron de niño que bastaba con verlo para saber por qué prefería estar lejos del fútbol: era pequeño, delgado, frágil y con el rostro de un muñeco de ventrílocuo. Por eso es que Ana María y Máximo, sus padres, lo llamaban ‘Muñeco’, y “pintaba para ser el cajero de un banco, no para futbolista”, contó alguna vez un primo de Marcelo.
“Vivía en potrero frente una cancha de fútbol pero no me gustaba. Quería ser piloto de avión”, confesó Gallardo luego de retirarse del fútbol como jugador en el año 2011 y empezar su camino como técnico en el Nacional de Uruguay, su último equipo como futbolista y el primero como entrenador.
Pero ese mismo primo que le auguró futuro en un banco, un buen día convenció al pequeño Marcelo de siete años de edad para jugar un partido de fútbol con los otros amigos de su barrio, en Merlo (Buenos Aires), donde el ‘Muñeco’ nació un 18 de enero de 1976. Pero no le fue bien. “Jugué dos minutos y me sacaron. Me pegaron dos pelotazos en la cabeza y para afuera, no quise ir nunca más para no hacerle pasar vergüenzas a mi primo”.
Ni el propio Gallardo sabe cuándo ni cómo le entró el placer por patear el balón. Tal vez esos dos pelotazos que recibió le sirvieron de aliciente para, una vez más, ir a contracorriente y plantearse la idea de verse con el esférico en los pies. Ni él lo sabe. Y tampoco parece importarle mucho. Pero si de algo está seguro, es que una vez que empezó, no lo dejó más.
¿Cómo llegó Marcelo Gallardo a River Plate?
El día que pisó por primera vez el Monumental de Núñez corrió con algo de suerte, según él. Pero lo que tal vez Marcelo ignoraba entonces es que la suerte es amiga de la acción. Y el ‘Muñeco’ tuvo mucha acción, aunque no precisamente dentro del campo, sino en el banquillo. Ya con apenas 12 años de edad, daba muchas muestras de personalidad. Tantas como para esperar tres horas sentado a que el entrenador lo llamara, y luego pedirle que lo cambiara de equipo.
Fue un martes de noviembre de 1988 cuando su padre Máximo lo llevó a probarse a River, y ahí coincidió con ochenta niños más que soñaban con quedarse en Núñez a vestirse de blanco y rojo. Las pruebas duraron dos días y al ‘Muñe’, en el primero, ni lo vieron. Fue a la siguiente tarde y por poco corre la misma suerte.
“Mi papá me vino a buscar dos veces para irnos. Las dos veces le dije que esperáramos, fui cabeza dura. Ya se estaba haciendo de noche, no tenía muchas chances pero no sé cómo el técnico me vio sentado y me pidió que entrara”.
Pero a Gallardo lo pusieron en el equipo de los chicos que ya estaban seleccionados para River y eso no le gustó nada al pequeño Marcelo, porque no le pasaban el balón. “Pasaron unos minutos y le dije al DT: ‘Me puede poner en el otro equipo, no me la pasan (la pelota) y yo vine a mostrarme’”. El técnico, sorprendido por la petición, ordenó a sus jugadores hacerle pases al ‘Muñe’.
Gabriel Rodríguez era aquel técnico, y desde luego aún tiene ese episodio muy marcado. El entrenador recordó ese momento en entrevista para ‘Canchallena’ hace algunos años. “A Marcelo nos lo habían recomendado. Lo hice esperar, había muchos chicos (…) Lo puse para los titulares y me pidió cambiar de equipo, porque no le pasaban el balón. Rápidamente mostró sus cualidades y lo fichamos”.
¿Qué hubiese pasado si Marcelo, con 12 años, le hacía caso a su padre y se marchaba cuando se lo pidió? Probablemente hoy sería un exitoso piloto de avión o un excelente cajero de banco. Por suerte, para el fútbol, su rebeldía impidió que nada de eso ocurra, porque la suerte, otra vez, estuvo del lado de la acción.
De ‘colarse’ en el tren al más exitoso técnico de River
No es un requisito, pero los grandes ‘10’ del fútbol, o al menos muchos de ellos y sobre todo en Sudamérica, tuvieron algo en común que no solo se trató de su habilidad para gambetear a cuanto rival se le puso al frente, tuvieron también que gambetear a la pobreza. Gallardo no escapó a esa prueba, la encaró y superó.
“Viajaba todos los días de Merlo a Núñez. Estudiaba en la mañana y al medio día viajaba a River. Andaba con dos mangos (monedas) y los tenía que estirar. A la vuelta me colaba en el tren para bajarme en la estación de Liniers a comprar una porción de pizza que valía 50 centavos”.
Y así, a punta de viajes interminables y pizza, Marcelo Gallardo se fue haciendo de un nombre en Núñez hasta que con solo 17 años debutó en el primer equipo. Fue el 18 de abril de 1993, con Daniel Passarella como director técnico. Triunfo del ‘Millo’ por 2 a 0 ante Newell’s. De ahí en más, al único tren que se subió fue el que lo llevó a convertirse en ídolo de River.
Se consagró campeón del Apertura de 1993, 1994, Copa Libertadores 1996, Apertura de 1996, Clausura de 1997, Supercopa de 97 y Apertura de 97. Luego marchó a Francia, al AS Mónaco, donde ganó la Liga y la Supercopa. También jugó para el París Saint-Germain, DC United de Estados Unidos y Nacional de Uruguay, con el que ganó un torneo como futbolista y otro como DT.
Pero su etapa más importante con el club de Núñez empezó en junio de 2014, cuando tomó las riendas del primer equipo, que solo tres años antes había firmado la caída más dolorosa de su historia al perder la categoría. Marcelo Gallardo, nunca mejor apodado ‘Napoleón’ entendió que solo una revolución le devolvería la grandeza al equipo de sus amores. Y a contracorriente de los que muchos le auguraron, como su primo que pensó que sería cajero de banco, el ‘Muñe’ pasó de blanco y negro a color en poco tiempo. Como cuando convenció al entrenador de River que casi lo deja sin jugar cuando fue a probarse con 12 años de edad.
Ese mismo 2014 ganó la Copa Sudamericana, el primer título internacional de River tras 17 años de sequía. Desde entonces ha sido una seguidilla de éxitos: River conquistó la Recopa Sudamericana en 2015 y en 2016, la Copa Libertadores en 2015, la Copa Argentina en 2016 y 2017, y la Supercopa Argentina de 2017.
Y la cereza del pastel la puso este año, siempre a su estilo, al otro lado de lo que indica la flecha: desde un palco del Santiago Bernabéu sin comunicación con sus asistentes y nada menos que ante el clásico rival, Boca Juniors. River remontó para imponerse 3-1 y alargar la leyenda de Marcelo Gallardo, ya convertido en el más exitoso técnico en la historia de ese equipo de Núñez que muy cerca estuvo de dejarlo en una banca sin hacerlo jugar, pero que terminó fichándolo en solo cinco minutos que lo vieron con el balón.
Cuentan los más cercanos a Marcelo, que el ‘Muñe’ es un apasionado del rock argentino. Que es muy de Soda Stéreo, La Bersuit, los Redonditos del Indio Solari, pero sobre todo de Andrés Calamaro. Y si hubiese que escoger una canción para definir a Gallardo, o mejor aún, para describir su historia en River Plate, ninguna le quedaría mejor que esa que en palabras del propio Calamaro dice: “Siempre seguí la misma dirección. La difícil, la que usa el salmón”. Porque como el salmón, contra la corriente, haga lo que haga, el ‘Muñeco’ volvió al mismo lugar a desovar.