Fue un punto de quiebre. Rusia 2018 llegaba como una nueva ilusión para ellos, pero terminó de consumar la pesadilla. Ni Lionel Messi, ni mucho menos Sampaoli pudieron guiar a una generación que se cansó de ser etiquetada con el fracaso. Aunque el ‘10’ era el señalado por todos, fueron los Gonzalo Higuaín y Javier Mascherano quienes dieron un paso al costado. Había que renovarse y, a pesar de la presión, la cara del proceso tenía que ser el jugador del FC Barcelona.
Antes, sin embargo, había que limpiar ciertas cosas. El mal manejo de vestuario de Jorge Sampaoli no conectaba con lo que quería la AFA –más allá de la idea futbolística– por lo que los sueños de tener en el banquillo a un entrenador ‘rankeado’ terminaron difuminándose. Un desconocido de la élite sería el reemplazante. Scaloni, que lo único que tenía de salvador para los argentinos era el nombre (Lionel).
El proceso post mundial debía ser la sanación. Sin llamar a Lionel Messi, el nuevo DT debía enfocarse en nuevos nombres. Así aparecieron Giovani Lo Celso, Leandro Paredes, Renzo Saravia o Exequiel Palacios. La Copa América, no obstante, cada vez estaba más cerca y la desintoxicación debía pasar al pragmatismo ¿Regresaría la estrella para intentarlo de nuevo?
Se puso la camiseta
Después de ocho meses fuera, en Buenos Aires respiraron aliviados. El '10' volvería a ponerse la albiceleste y, aunque sea para un amistoso, las probabilidades de tenerlo en Brasil aumentaban. Las contradicciones se volvían a apoderar del pueblo y los insultos que le caían tras la eliminación ante Francia se convertían en agradecimientos publicada la lista que lo confirmaba.
Pero su retorno no fue lo que los hinchas argentinos esperaban: Argentina cayó contra Venezuela. La derrota dolió y las oficinas obligaban a viajar a Marruecos, a donde no fue Lionel Messi, para jugar un nuevo amistoso. Había que volver a esperar para verlo y la siguiente oportunidad ya sería, precisamente, en los preámbulos del torneo continental que se jugaría en el mismo país donde estuvieron a un paso de tocar el cielo con las manos.
Esta semana, Scaloni lo confirmó. Messi, como se esperaba, sería la cabeza de una nueva camada de jugadores que quería olvidar el peso que significaba vestir la camiseta celeste y blanca. Junto a él, Sergio Agüero, Ángel Di María y Nicolás Otamendi ¿Los demás? Fuera. A Higuaín, y Mascherano se sumaron jugadores como Lucas Biglia, Gabriel Mercado y Sergio Romero. En Ezeiza no querían espacio para más comentarios 'tóxicos', pero sabían que para tener chances en la Copa América debían contar con su goleador histórico.
Estar a la altura
La lista de 23 hace ver una selección argentina totalmente terrenal. Jugadores de Manchester City o PSG, pero también del América de México, Udinese de Italia y hasta del Watford inglés. Las estrellas parecen haberse estrellado y ahora el entrenador espera que el funcionamiento, por fin, tape las carencias de tantos años.
Si eso funciona, las críticas destructivas pasarán a ser constructivas y el último tercio del campo (donde sí hay pólvora) podrá funcionar a la altura del escudo que defienden en el pecho. Aunque ya no esté Éver Banega, podrá ser Guido Rodríguez quien ponga el pase filtrado y, a pesar de no estar el ‘Pipa’, Lautaro Martínez le hará competencia al ‘Kun’.
Messi seguirá llevando la cinta y la mochila sobre la espalda. Después de un dolor de cabeza sufrido en la Champions League, la ‘Pulga’ intentará que la historia se revierta y que, esta vez, su imagen de líder no brille por la ausencia, sino todo lo contrario. Quizás, en un contexto poco esperanzado, él pueda brindar esos brotes de fe que los amantes del fútbol necesitan.
Al final todo se decidirá en la cancha, pero en una nómina con pocos nombres, deberán ser los hombres (como se suele decir) quienes saquen la cara por un fútbol argentino que siempre ha buscado salvarse con héroes. Puede ser que esta vez sea todo lo contrario y quienes los terminen llevando a la gloria sean los actores de reparto.
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