Fracaso. Palabra tan fácilmente utilizada en el vocabulario futbolístico de élite. Si no pasa de ronda, un fracasado. Si pierde por goleada, un fracasado ¿Y si mantiene la regularidad frente a equipos débiles? Claro, también es un fracasado. Estar en un fracaso constante parece ser, entonces, la condición de pertenecer a los mejores.
Y que irónico. Entre los millones de entrenadores, clubes y jugadores que viven el fútbol en diversas partes del mundo, con la pasión que conlleva encontrar soluciones, la alegría de anotar un tanto en un campeonato amateur y la euforia de acertar en una jugada preparada; los que están ahí, entre los mejores, son los fracasados.
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Pep Guardiola pertenece a ese minúsculo grupo que es la élite. Sus ocho temporadas como entrenador le han dado la seguridad de que es un privilegiado; sin embargo, sus derrotas en semifinales de Champions con el Bayern y su última eliminación, con el Manchester City, ante el AS Mónaco, lo sitúan, según la opinión, en el rincón del montón.
Porque no todos logran siete semifinales, al hilo, en el torneo de clubes más imponente a nivel mundial. No todos logran 21 títulos durante siete años en su profesión. No todos, lamentablemente, encuentran en las palabras de sus dirigidos la motivación necesaria para seguir siendo uno mismo cada día.
Guardiola; sin embargo, puede levantar la mano si es que una voz enumera tales aspectos. Alguna vez, Marcelino García Toral –exentrenador del Villarreal- señaló, en una entrevista con El País, que “en este trabajo estás absorbido en una dinámica de solución de situaciones para intentar mejorar al jugador y al equipo. Y en esa búsqueda estás intentando ser mejor tú también” y poca razón le faltó.
Al fin y al cabo, ser entrenador es brindar soluciones, potenciar futbolistas y mantener convicciones. De lograrlo, el primer paso estará realizado, por lo que será más fácil, sin duda alguna, lo que algunos denigran cuando no se logra y es que un equipo consiga el rótulo de campeón.
A Pep le falta mucho trabajo para conseguir que su Manchester City sea un equipo campeón. Sus aciertos y errores han hecho, hasta la fecha, que la presente sea su peor temporada como técnico, pero llamarlo fracasado es irse de las manos con quien lo ha logrado todo.
Porque nadie es dueño de lo que quiere, pero sí de lo que tiene para conseguirlo. Ahí radica, entonces, el arte de competir y con el simple hecho de hacerlo quedas totalmente fuera del fracaso porque tal etiqueta, finalmente, solo vive en la poca memoria que tiene la gente.
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