Con lágrimas en los ojos, tendido en el campo, sintiéndose señalado por todo el mundo como el malo de la película. El consuelo no existe para él. Así está Juanfran Torres, que ha perdido un penal en la final de la Champions League y servido al Real Madrid la Undécima de su historia.
Sus compañeros lo consuelan, pero el solo hecho de verles la misma cara de derrota lo pone peor. Entonces, de lejos, con el torso desnudo y brazos tatuados llega Sergio Ramos, que con el gol que ha marcado y a minutos de levantar la Champions tiene la moral por los cielos.
Se hace paso entre los jugadores del Atlético, lo busca y lo abraza. Como cuando falló un penal ante el Bayern Munich en el 2012, Ramos sabe lo que se siente. Intercambian palabras que para las cámaras sin imposible descifrar y le da aliento. Gran gesto de deportividad.
En el partido, Juanfran Torres y Sergio Ramos fueron los protagonistas de un conato de bronca que puso los ánimos al tope. No es para menos. Sin embargo, el gran gesto de deportividad hizo olvidar todo tipo de riñas.
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