Estados Unidos fue el escenario del fracaso más sonado del fútbol colombiano. En 1994, aquel equipo del Pacho Maturana llegó entre aplausos y se fue con la cabeza gacha. Hace unos días, frente a Estados Unidos, el once que ahora conduce José Pékerman se tomó la primera revancha al vencer al equipo anfitrión —que lo había eliminado de ese mundial— y anoche regresó al Rose Bowl, el mismo estadio donde Gheorghe Hagi, el así llamado "Maradona de los Cárpatos", les había metido un menudo baile en el inicio de la Copa.
Fue victoria por 2-1 frente a Paraguay con 30 minutos de ensueño del magnífico cuadrante ofensivo que integran James Rodríguez, Juan Guillermo Cuadrado, Edwin Cardona y Carlos Bacca. Colombia, de esa manera, es el primer clasificado a cuartos de final y se insinúa como favorito en la Copa América Centenario junto a México y Argentina. Las dudas y los fantasmas de Colombia, sin embargo, persisten, pues sobre el final le bastó a Ramón Díaz poner orden y ensayar variantes tácticas para que el equipo guaraní estuviera a punto de llevarse un empate en un partido que en el primer tiempo pintaba para goleada colombiana.
Igual que en el debut contra Estados Unidos, el equipo de Pékerman empezó con el pie derecho y se encontró con un gol de corner a los diez minutos. Un tanto de esa naturaleza, tan temprano en el partido te desarma cualquier estructura planificada, y Paraguay no fue la excepción. De esa manera, y durante la primera media hora de partido, Colombia aprovechó al máximo la desorganización y los espacios libres que dejó Paraguay en mitad de campo, especialmente en la zona de Piris y Ortiz, quienes se encontraron huérfanos y sin alternativas muy pronto en el partido.
El equipo de Pekérman, además tiene en su esquema 4-2-3-1, la particularidad de que en cada sector del campo, sus pequeñas sociedades —permítanme el Menottismo— funcionan a cabalidad. Desde atrás, Zapata y Murillo forman una pareja de centrales sólidos que además sabe pisar área contraria en pelotas paradas. Sobre los laterales, Santiago Arias y Farid Díaz, uno del PSV y el otro del Nacional, aunque ambos de sangre paisa y gran recorrido, ofrecen seguridad y buen juego por las bandas. Luego, en la primera línea de volantes, el técnico argentino parece haber encontrado la fórmula ideal en otra dupla paisa: Sebastián Pérez y Daniel Torres, quienes jugaron su cuarto partido consecutivo con la camiseta de su país. Uno viene de Nacional y el otro del DIM, y juegan en función y para los cuatro superdotados de arriba.
Párrafo aparte para esos cuatro. Uno mira a Colombia del mediocampo hacia arriba y debajo de la camiseta —que anoche fue blanca como en lo tiempos de Willington Ortíz— ve a la del Real Madrid (James), Juventus (Cuadrado), Milán (Bacca) y Monterrey subcampeón de México (Cardona). Cuatro jugadores que suman talento, capacidad, poder ofensivo y —con la excepción de James— potencia física. Anoche frente al atolondramiento de Paraguay, demostraron todo lo que pueden ser capaces explotando espacios, asociándose con inteligencia y ganando todas las divididas. Mención aparte para James, quien aquejado por una lesión en el hombro, buscó recostarse por los flancos, hacia una zona de menor roce, pero de gran influencia sobre el juego. Actuación redonda que cerró a los treinta con un gol en el que se tomó la pausa necesaria para buscar el perfil y sacar un latigazo imposible para Villar.
Los 30 minutos de juego impecable de Colombia, sin embargo, marcaron una frontera en el partido. Aquella que, mirando a la historia del fútbol sudamericano, divide a Brasil, Argentina y tal vez Uruguay del resto. Y es que con el 2 a 0 a favor y la amenaza de una goleada, Colombia no terminó de cerrar el primer tiempo y dejó que Paraguay despierte. Así, en sendas pelotas paradas —un tiro libre que Lezcano estrella en el travesaño, y un gol anulado a Da Silva por offside— el equipo del "Pelado" dio señales de que todavía no lo debíamos dar por muerto.
En el segundo tiempo, para alegría de los aficionados y angustia de los colombianos. vimos un partido más dramático y distinto. Ramón Díaz hizo dos cambios en el entretiempo, Jorge Benítez y Víctor Ayala entraron por los desorientados Piris y Edgar Benítez y el equipo empezó a recuperar protagonismo. Especialmente porque Ayala, sumado a su buena pegada y la frescura de una condición física que empezó a ganarle todas las pelotas a la ya fatigada dupla paisa de Torres y Pérez, se juntó cada vez más con su compañero del Lanús campeón, el espigado y talentoso Miguel Almirón. Este chico de solo 22 años, quien parece tener un futuro asegurado en Europa o México, hacía su debut con la selección guaraní y de su educado pie zurdo partieron la mayoría de los peligrosos avances de Paraguay en el segundo tiempo.
Almirón y Ayala tuvieron un cómplice en otro joven volante de la primera división argentina, Óscar Romero de Racing Club. Es este último precisamente quien tras un corner ejecutado por Ayala puso el balón en un ángulo imposible que solo la figura excluyente de David Ospina pudo sacar con la punta de los dedos. Seguramente es hasta ahora la mejor atajada del campeonato. Minutos después, el golero del Arsenal nada pudo hacer sin embargo frente a un impacto perfecto desde 25 metros del porfiado Ayala, y entonces el partido se puso a tiro de empate.
Es en esa instancia en que la expulsión absurda de Óscar Romero por doble amarilla le llegó como agua fresca a Colombia. De cualquier forma, los últimos minutos, con un ida y vuelta sensacional y el cansancio como factor, dejaron la sensación de que el 3-1 era tan posible como el 2-2. Y si los de Pékerman no definieron el encuentro a pesar de contar con varias oportunidades fue porque este equipo padece de un mal tan colombiano como la cumbia: el dominio sin definición. Es por eso que aunque hemos visto los mejores momentos de Colombia desde Brasil 2014, un equipo que domina y no mata cuando tiene a su rival a merced también va a seguir teniendo problemas para poder terminar de exorcizar a todos sus fantasmas históricos.
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