Ecuador vence a Haití y deja a Perú con respirador artificial. A la bicolor solo le sirve derrotar a Brasil para seguir con vida. Perú no le gana a Brasil de forma oficial desde 1975. Perú no va a un Mundial desde hace 34 años. Perú está entre los últimos en las Eliminatorias. Brasil es el pentacampeón del mundo. Ya perdimos. Cállate, hay que jugarlo. Lo jugamos. Setenta y cinco minutos. El empate nos deja fuera. No es la mejor versión de Brasil. Igual Perú no llega, solo aguanta. Y sucede: taco de Paolo y desborde de Polo. Le gana en velocidad a Filipe Luis y tira el centro. Gol de Ruidíaz, señores. Lo gritamos. Nos paramos. No lo podemos creer. Un momento. ¿Cómo que anulado? ¿Cómo que fue mano? Reclama Brasil. Reclama Perú. ¿Alguien me puede decir con quién habla el árbitro? Tiene que ser una broma. Lo mismo de siempre. Esperamos. ¿Ya, no? Guerrero se molesta. Ruidíaz se ríe. Seguimos esperando. El árbitro sale del tumulto, levanta el brazo y sí. Es gol. Lo volvemos a gritar. Ahora con más fuerza. Quiero ver la repetición. ¿Fue mano o muslo? Parece más mano que muslo. No importa. No le cobraron tremendo penal a Flores. ¿Recuerdas? Nos reímos. Lo volvemos a gritar. Ajustamos 15 minutos más. Y… ¿Seis minutos adicionales? Mátenme. Y aguantamos. Como nunca, lo aguantamos. Como nunca, lo ganamos. Como nunca, lo robamos. Perú a cuartos de final. ¿Brasil? A su casa. Perú no fue Perú. Lo celebramos.
Ya pasaron dos días desde la mano de Ruidíaz y la clasificación de Perú en la Copa América Centenario. ¿Había motivos para celebrar? Claro que sí. Ganamos. Contra todo pronóstico, el fútbol (o mejor dicho, el error) jugó esta vez a nuestro a favor. Sin embargo, viene Colombia y, pienso, llegó la hora de bajar un poco el volumen, de hacer la caída menos dolorosa. De dejar de adular tanto al equipo porque ganó. O como diría Marcelo Bielsa: "Como no se revisa por qué ganaste, da lo mismo, te adulan por haber ganado no porque mereciste ganar, por el recurso por el que ganaste. Esa franela, porque ese es el término, es impostora". Y lo es. Cuando ganas, el mensaje de admiración termina siendo confuso. Deforma. Nos vuelve ciegos.
Es momento de celebrar menos y analizar mejor. Ganar es bueno, pero no debe desenfocarnos del análisis real.
Hay nombres para destacar en este equipo peruano; sin embargo, la respuesta es subjetiva porque el fútbol es de momentos. Un buen rendimiento en esta Copa no asegura otro similar, por ejemplo, en las Eliminatorias u otros partidos en adelante. No nos dejemos llevar por la emoción ni repitamos frases hechas. Más que ampliar el universo, como se empeñan en repetir las viudas de Markarián (término que acuñó el uruguayo), esta Copa sirve para dar un empujón laboral a los futbolistas convocados. Ese es el objetivo: prepararlos para ser mejores.
Dependerá de ellos sostener un buen rendimiento en un tiempo prolongado y, recién en ese momento, poder concluir que sumamos uno o más jugadores a la Selección. Hoy todo es subjetivo. No olvidemos algo: quienes halagaron a Vargas en la Copa pasada (incluso concluyendo que habíamos recuperado al lateral izquierdo ideal) son quienes ahora piden que no vuelva más al equipo de Gareca. El fútbol es de momentos.
Sin mayores preámbulos: no merecimos clasificar. Raúl Ruidíaz quiso ser Maradona y no Miroslav Klose (quien anotó con la mano y le pidió al árbitro que lo anule). El triunfo nos cegó. Nos volvió pícaros, mas no decentes. Y mucho menos justos. La opinión puede ser variada. Y todas tienen validez. No obstante, no podemos dejar de ver la realidad: se logró el objetivo con trampa. Debemos reconocer, entonces, que así como la victoria de Chile sobre Bolivia no fue limpia (le regalaron un penal en el último minuto), la nuestra tampoco lo fue. ¿Nos hace menos reconocerlo? Yo pienso que no.
Y también podemos hablar de fútbol. Porque lejos de la ya famosa mano de Ruidíaz, Perú no ha tenido un rendimiento parejo en la Copa América Centenario. Ha tenido únicamente ráfagas. Sumemos: nueve minutos buenos contra Haití, treinta contra Ecuador y algunos otros más contra Brasil. No nos engañemos. Hemos tenido minutos de buen fútbol y muchos otros de terror (Haití, quizás el peor equipo de la Copa, no puede dominarte el trámite del partido). Pedro Gallese no ha sido figura por gusto. El grupo fue parejo; sin embargo, y más allá de la algarabía que produce una clasificación, Perú no mereció estar entre los ocho primeros. Y si bien niveló el trámite contra Brasil en la segunda etapa, no le alcanzó para ganar de manera limpia. Se remató solo en dos ocasiones a portería y se realizaron solo tres acciones buenas en el área contraria, contra 17 de Brasil, según las estadísticas oficiales del torneo. Decir que "ya nos tocaba" es un argumento débil y no escapa de ser resultadista. Así como Gareca dijo después de la copa pasada que no celebra terceros puestos, pues nosotros tampoco deberíamos festejar de manera desmesurada clasificaciones sin dejar de ver la realidad: estamos lejos de ser un equipo competitivo.
Hay esfuerzo, pero no idea de juego. Lo que busca Ricardo Gareca (en realidad lo intuyo porque se ha visto poco) no se termina de plasmar en los partidos de Perú. ¿A qué jugamos? Más allá de algunos apuntes como tratar de salir jugando con la pelota al piso, en la mayoría de ocasiones, el balón trabado y largo buscando a Guerrero (de espaldas al arco rival) ha terminado siendo el verdadero reflejo de la idea de juego de Perú. ¿Por qué? Porque nadie (salvo Yotún) ha terminado de asumir el rol de organización en el mediocampo. Por ejemplo, la función de Óscar Vílchez ha sido predominante en defensa, mas no en elaboración. La estadística lo confirma: contra Brasil, tuvo tres entradas con éxito, cuatro anticipaciones y tres recuperaciones; todo lo contrario a cuando tuvo la pelota: ocho balones perdidos y cinco pases malos, según estadísticas oficiales del torneo. Frente a eso, Perú ha respondido con rebeldía anímica y un alto grado de compromiso por el esfuerzo. La idea de jugar a ras de piso no es verdad: jugamos por abajo luego de que Paolo controla el balón tras haber salteado la línea del medio. Por ahora, felizmente alcanza.
Evidentemente, el resultado. La confirmación de Gallese, también. En el juego se puede destacar algunas duplas o asociaciones que han tenido éxito. Una de ellas es la que conforman Rodríguez y Ramos. Si bien se ha sufrido en el exceso de errores no forzados en salida, también es cierto que se han complementado de buena manera para tapar, muchas veces, estas fallas que pudieron perjudicarnos en más de una ocasión. Otra dupla: la de Paolo y Cueva. Ante la ausencia de Farfán, Christian se ha vuelto en el socio perfecto para Guerrero. ¿Algo más para destacar? Sí. Se había criticado en muchas ocasiones que Perú, durante sus mejores momentos, sufría un gol en contra. "Jugamos como nunca, perdimos como siempre". Pasó en Barranquilla contra Colombia, en Montevideo contra Uruguay y en Lima frente a Chile. Todo por Eliminatorias. Lo rescatable, y mucha responsabilidad tiene Gallese en esto, es que hemos podido mantener el cero (por ejemplo contra Brasil) pese a ser durante muchos momentos inferiores en el trámite del juego. Finalmente, también se puede destacar algunas individualidades, como la de Vílchez (aunque no olvidemos que no es un futbolista a futuro porque tiene 30 años) y la confirmación de Edison Flores como puntero izquierdo y de Christian Cueva, quien en la mayoría de ocasiones, y con mucha voluntad, se ha puesto el equipo al hombro. Y lo ha llevado para adelante. Lo de Yotún como mediocampista también, mérito de Gareca. Es el jugador más claro con el balón. Nunca toma una decisión esperada. Arriesga.
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