“La Copa Libertadores es mi obsesión”, dice la famosa letra de una canción popular que se corea en todos los estadios del continente americano. Y es que es inevitable soñar con que tu equipo levante el torneo más codiciado por los clubes en esta parte del mundo. Lamentablemente para casi todos, el presente está adueñado por un club en particular y un nombre en específico: River Plate y Marcelo Gallardo.
Por eso la frustración es entendible, sea para los hinchas de Alianza Lima (que estuvieron a un paso de ganarle en la primera fecha de la competición) como para los de Boca Juniors, quienes no han podido eliminar al ‘Muñeco’ de una competición internacional desde que éste asumió el cargo en el 2014 (una vez en Sudamericana y otras cuatro en Libertadores).
Al final, siendo tu clásico rival el que te tiene de hijo es entendible que el proyecto deportivo liderado por el presidente Daniel Angelici tenga todos los ingredientes para ser tildado de fracaso. Porque desde que Gallardo asumió en el ‘Millonario’, el ‘xeneize’ ha contado con tres entrenadores diferentes (‘Vasco’ Arruabarrena, ‘Mellizo’ Barros Schelotto y Gustavo Alfaro), todos opacados por la figura del rival.
La sombra de la derrota queda impregnada en los jugadores, pero también en el comando técnico, que según palabras de ‘Lechuga’, parece haber confirmado que su corta etapa en La Bombonera llegará a su fin en diciembre. “Fue un honor haber estado”, dijo en la conferencia de prensa post partido y volvió a demostrar que lo de Gallardo está destruyendo el presente de un institución histórica.
Pero aunque todo suene mal, vale reconocer que después del golpe anímico que significo perder una final en el Santiago Bernabéu, Boca se pudo rehacer y competir psicológicamente como si no hubiese pasado nada. Obviamente que la valla estaba muy alta para borrar lo sucedido hace menos de un año, pero esto no puede ser catalogado como un papelón; sobre todo porque no es culpa de los intérpretes tener tantos cambios a lo largo de los últimos años; mientras que el del frente vive en una luna de miel.
Competencia máxima
Sin que suene a excusa, el River de Gallardo ya es un equipo que juega de memoria, que renace cada año y que no pierde el hambre de gloria desde que conquistaron la primera Copa Sudamericana con el ‘Muñeco’. Enfrentar eso con un plantel que se conoce hace menos de un año requiere mucho más que talento y, aunque no alcanzó, los ‘xeneizes’ dieron la talla.
Sí, suena a mediocre, pero Alfaro redujo la mano del entrenador rival en el otro equipo y le hizo el pare. En La Bombonera, el ‘Millonario’ nunca se encontró, jugó sin el control que suene tener y sufrió –como se esperaba– con las pelotas paradas que tan bien utiliza el cuadro local, tanto así que de esa manera llegaron los dos tantos (uno anulado) que anotaron, pero no alcanzó.
Y es que este River, después de haber vivido su etapa más negra cuando descendió a la ‘B’, es como el Atlético de Madrid del ‘Cholo’ Simeone: una piedra. Más allá de estilos, la confianza que se tienen hace que hasta superándolo sigas siendo inferior porque no encuentras la rendija para acabar con él. Si no le haces ‘knock out’ vives con el riesgo de que te ganen por los puntos –lo que le pasó a Boca– y convivir con ese miedo termina consumiendo a cualquier rival, si no que se lo pregunten a Gremio en las semifinales del año pasado.
Nombres propios
Una serie del más alto vuelo siempre deja individualidades que destacan sobre otras. Entre ellas, dos zagas centrales que, desde sus áreas, dominaron casi siempre a los delanteros rivales –estén vestidos de rojiblanco o de azul y amarillo–. Y fue por ellos que, hasta el minuto 96’ del encuentro del martes 22, la eliminatoria estuvo abierta.
Esteban Andrada, Lisando López y Carlos Izquierdoz sostuvieron al ‘xeneize’ en sus peores momentos en el Monumental (el resultado pudo ser más abultado que 2-0) y fueron el argumento principal para que los de Alfaro tengan el equilibrio necesario yendo hacia adelante en la vuelta. Jugando dos contra dos ante Matías Suárez y Santos Borré, la zaga de ‘Lechuga’ dio la talla.
Lo mismo en River, que cuando más sufrió, encontró la tranquilidad de unos centrales que comparten experiencia y juventud. Martínez Quarta y Javier Pinola se complementaron a la perfección para chocar, anticipar y ganar duelos ante Wanchope Ábila y compañía. Acompañados de Enzo Pérez, un mediocentro posicional que fue un plus para ellos, la sensación de descontrol –que sí vivió Boca en Núñez, por ejemplo– nunca se apoderó de cuadro de Gallardo, que sí estuvo de los nervios en más de una ocasión.
Al final, los centrales dominaron una serie que se fue para el lado que mejor dominó los momentos emocionales de una eliminatoria complicada. En la cabeza fue otra vez Marcelo el que mantuvo la convicción de no perder el hambre de ganar a pesar de que en su camiseta siga estando presente el escudo de campeón y que del otro lado haya estado Gustavo Alfaro disputando el partido más importante de su vida.
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