Escribir para Sudamérica me está aportando riqueza cultural. Entre otras cosas porque estoy conociendo argot futbolístico. En el último partido en el Camp Nou, descubrí la ‘chalaca’ gracias a Súarez –nosotros la llamamos ‘chilena’– y ayer conocí la ‘huacha’ gracias a un tipo que está de vuelta. Messi, con un sutil toque con el exterior de su pierna buena (la más buena), le quitó las ganas de seguir jugando a Oscar Plano, el 10 del Valladolid.
Al otro 10, el del Barça, le hizo falta menos de 45 minutos para decidir el partido y para decir al mundo que ya ha acabado su particular pretemporada. El argentino participó activamente en los cinco goles del Barça y, otra vez, lo hizo todo con una facilidad insultante. La naturalidad con la que se mueve hará que con el tiempo le recordemos con admiración. Va sumando años pero aún hoy cuesta de explicar muchos de sus gestos técnicos. Deberemos crear palabras para su particular argot.
El mensaje que dejó implícito Messi con su exhibición es que tocaba cuidarse y reservar piernas en la segunda mitad. Pero tan controlado estaba que llegó al punto de ser aburrido. Hasta que lo notó él, que decidió volver a encender el fuego con su segundo gol de la noche y con otra asistencia, esta vez para Suárez. Él solo acelera y frena el ritmo de los duelos. Los partidos sin Messi son como días sin Sol. Él es la luz que ilumina el camino del Barça. Y su calor llega en el mejor momento, justo cuando en Barcelona empieza el invierno. Messi está de vuelta. El fútbol, también.