Cuando Romelu Lukaku (Amberes, Bélgica, 13 de mayo de 1993) recaló por primera vez en el Chelsea en la temporada 2011-12, sus tempranos 18 años chocaron con la máxima exigencia de la Premier League. Aunque Andrés Villas-Boas, director técnico ‘blue’ por aquel entonces, trató de llevarlo de a pocos, su adaptación al fútbol inglés tardó más de la cuenta al tener por delante a delanteros de la talla de Didier Drogba, Fernando Torres, Salomón Kalou y Daniel Sturridge. Diez años han pasado de aquel arribo a Londres desde Anderlecht y el tiempo ha hecho lo suyo con él. Ya no es más ese imberbe futbolista que tuvo que ser cedido a préstamo para encontrar minutos, pues ahora regresa a Stamford Bridge con el rótulo de ser el fichaje más caro de la historia del último campeón de la Champions League (115 millones de euros).
Con 28 años a cuestas y en la flor de su maduración como atacante, el belga acude al llamado de Thomas Tuchel para potenciar una delantera que parece quedarse corta si lo que busca es revalidar su status de campeón de Europa. Si una década atrás le tocó ver desde el banquillo el pico máximo de la carrera de Didier Drogba –su ídolo– en aquella final de Champions ante el Bayern Múnich (2011-12), hoy el destino le pone el reto de ser él quien lidere una camada de talentosos futbolistas (Kai Havertz, Timo Werner, Mason Mount, Hakim Ziyech y Christian Pulisic) que buscarán potenciarse –y potenciarlo– con sus cualidades.
Pero si hoy vemos en Lukaku a un portentoso delantero de 1.91 metros, que ya ha disputado dos Copas del Mundo, dos Eurocopas y acaba de devolverles la ilusión a miles de hinchas del Inter de Milán con un Scudetto después de diez años, es porque ha sabido sortear los más difíciles avatares a lo largo de su vida. Para Romelu, su día a día no siempre se trató de desmarcarse, correr detrás del balón, definir y celebrar un gol.
El fútbol, su única luz
El padre de Romelu, Roger Lukaku, fue un futbolista congoleño que al cierre de su carrera terminó arruinado económicamente. Esa situación, como era de esperarse, llevó a su familia a vivir momentos de escasez, sufrimiento y austeridad. Si por aquel entonces sobrevivieron a todo fue gracias al amor e ingenio de su madre, quien en los peores días se las arregló mezclando leche con agua para que su familia no se muriese de hambre. “No teníamos suficiente dinero para que durara toda la semana. Estábamos en quiebra. No solo pobres, sino quebrados”, contó hace tres años para The Players Tribune.
Debutar a los 16 años en la primera división belga con la camiseta del Anderlecht siempre fue el sueño del cual se cogía todas las noches de oscuridad en su casa para encontrar un poco de luz. No solo se lo prometió a sí mismo, sino también a su abuelo, quien falleció cuatro años antes de su debut oficial en la Jupiler Pro League. Aunque no consiguió verlo vestido de corto para sentirse orgulloso de su nieto, Lukaku supo desde ese momento que todo sería diferente para él y su familia, especialmente para su madre que tanto luchó para sacarlos adelante.
Un proceso necesario
Su rápida eclosión futbolística aún necesitaba pasar por varias pruebas para encontrar esa maduración que hoy vemos en el campo. Si bien no encontró sitio en el Chelsea la primera vez que se vistió de azul, sus pasos por el Everton (87 goles en 166 partidos) y Manchester United (42 goles en 96 partidos) le sirvieron para convertirse en un delantero total. Uno capaz de jugar de espaldas para ser el pivote de sus compañeros, a la vez que engaña a los defensores rivales con sus movimientos para dañar al espacio gracias a su lectura de juego y potencia física.
Su estadía en el Inter de Milán durante las últimas dos temporadas fue más de lo mismo, esta vez complementándose de maravilla con Lautaro Martínez. A pesar que en el curso 2019-20 la Europa League se les escapó de las manos ante el Sevilla, en el 2020-21 consiguió un Scudetto histórico para un club que hace rato pedía a gritos recuperar su sitio en Italia.
Una merecida revancha
Con este retorno al Chelsea no solo se ha convertido en uno de los fichajes que genera mayor entusiasmo en Europa, sino también en el futbolista que mayor cantidad de dinero ha movido en traspasos en la historia del fútbol con 327 millones de euros, superando a Neymar (310 millones de euros) y Cristiano Ronaldo (230 millones de euros).
La temporada recién ha comenzado y la exigencia para el de Amberes será mayor, pues el Chelsea buscará consolidar un proyecto a largo plazo con Thomas Tuchel consiguiendo el bicampeonato de la Champions League y arrebatándole la corona doméstica al Manchester City de Pep Guardiola. “Cada partido que jugué fue una final. Cuando jugaba en el parque, era una final. Cuando jugué durante las vacaciones en el jardín de infancia, fue una final”, describió hace unos años sobre su juego desde que era un niño. Ya sabemos cómo disputará cada uno de sus encuentros de la temporada. A tomar nota.
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