Lionel Messi no necesita de un Balón de Oro para ser el mejor del mundo. Tampoco el ‘The Best’ de la FIFA para dejar en claro que es el futbolista más grande de los últimos 20 años. Menos le interesa ser portada en la revista ‘Time’. El crack del Barcelona, tal como él mismo ha contado en varias oportunidades, prefiere las cosas que cualquier terrenal. Pese a que hasta el hartazgo lo han llamado “extraterrestre”, él se considera el más de simple de los humanos, de esos que de niños solo sueñan con tener una bicicleta.
“Vos vas a ser el mejor jugador del mundo”, le repetía la abuela Celia cada vez que llevaba a Leo a los potreros. No se equivocaba, sin embargo, para ese entonces, la ‘Pulga’ se conformaba solo con ser el mejor de sus amigos en el barrio ‘Canalla’ de Las Heras y la figura de las inferiores de Newell’s. No pensaba en ser como su ídolo Maradona y menos imaginaba que algún día iba a tener la responsabilidad de bordar la tercera estrella en la camiseta argentina en Rusia 2018. Lo único que Messi anhelaba era un vehículo de dos ruedas.
Fue entonces cuando llegó la gran oportunidad para el hoy capitán de la Albiceleste. Cuenta la historia que en Rosario se había organizado un campeonato de niños. El premio mayor era una bicicleta para cada integrante del plantel campeón. Así como en cada inicio de temporada Lionel Messi se propone ganar todos los títulos colectivos con el Barcelona, en el año 1995 juntó fuerzas con sus compañeros para llevarse un premio que para ese entonces le significaba lo mismo que un Balón de Oro. Era lo máximo.
Si durante los cinco años que fue jugador de la ‘Lepra’ marcó un total de 234 goles, hacer un triplete en esa final iba a ser pan comido. Sin embargo, el mérito para llevarse el premio no fue solo dejar rivales regados o marcar los goles más inimaginables, también tuvo que enfrentarse a la mala fortuna. Solo minutos antes del partido, Messi se quedó encerrado en el baño de su casa. La cerradura de la puerta no soportó la antigüedad y convirtió a la figura de aquel equipo, llamado la ‘Máquina del 87’, en víctima del desespero. El juego ya había empezado y el hijo de Celia y Jorge brillaba por su ausencia.
Pensando que alguien en casa podía ayudarlo, Messi gritó y gritó, pero papá, mamá y hermanos ya estaban en la cancha esperando sus goles. Los minutos pasaban y por su cabeza la idea que la bicicleta tendría otro dueño. Newell’s encajaba el primer gol mientras él se las ingeniaba para escapar del baño. No sabía por dónde salir. Como aquel domingo 13 de julio del 2014 ante los alemanes, el partido se le iba de las manos. “Leo tuvo que romper el vidrio de la puerta para escapar, fue lo único que se le ocurrió”, relata Juan Cruz Leguizamón, amigo y compañero de la ´Pulga’ en Newell’s.
Ya fuera de casa, Messi corrió a la cancha como si la vida se le fuera en ello. Con esa velocidad con la que hoy humilla rivales, llegó al campo vestido de rojinegro y con la 11 en la espalda. “¿Dónde estabas?”, le preguntó su entrenador desesperado ya que solo quedaban 20 minutos para darle vuelta al 2-0 que se produjo en su ausencia. Si la mala suerte no había podido con él, menos iban a hacerlo unos niños que no estaban a su nivel. Esa tarde, Leo hizo tres goles y según Celia Cuccittini, nunca lo había visto tan feliz hasta ese momento. ¿Te das cuenta entonces que lo único que Leo quería era una bicicleta? “Mi niño estaba muy contento por lo que ganó”, cuenta para las cámaras que se encargaron de grabar la película sobre la vida de su hijo. Solo el tiempo dirá si un momento de tanta felicidad para los Messi se repite el 15 de julio, en Rusia 2018.