En las gradas hay miles de fanáticos que saltan y cantan en una tarde o noche caliente de fútbol. De frente en los televisores, millones de ellos se levantan de sus sillones, beben un sorbo de cerveza y cruzan los dedos cuando el futbolista toma el balón, lo besa y lo pone en el punto de penal contra el arquero rival. De pronto, la bulla y los decibeles provocados por los hinchas en el estadio se convierten en un silencio que hace, hasta los más escépticos de las religiones, persignarse y rogarle a Dios para que el encargado de cobrar la pena máxima, convierta el gol y provoque la euforia de las personas reunidas, a su forma, en cada rincón del planeta.
A doce pasos del arco, y un minuto después del pito del árbitro, el ejecutor ha arrastrado las piernas como si tuviera los dedos llenos de ampollas. Ya pasaron 5, 10, 15 o 60 segundos y el jugador no se resiste a seguir parado frente a la pelota. El sudor que brota de su frente, tras varios kilómetros de recorrido en el campo de juego, pasa a ser una transpiración fría que llena de emociones y preocupaciones frente a un arquero, que lo provoca y trata de inducirlo al error.
De pronto suena el silbato, el pateador corre, dispara y gol. ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! Gritos, besos, abrazos y todos reunidos en medio de una desgarradora horda de sentimientos. Ruidíaz ha marcado para el Morelia y toda Michoacán canta en honor a uno de los goleadores históricos del club. En Brasil, igual. En un país en donde el fútbol se encuentra más arriba que la religión, la torcida del Sao Paulo estalla de emoción luego de ver a Cueva haciendo la seña del corazón hacia todos ellos. No importa que esta vez no haya sido de fuera del área o de chalaca, lo que vale es el gol.
En nuestro país, sin embargo, la crítica del peruano recae sobre la forma y no la misión del ejecutante. En redes sociales, no habrá quienes digan que fue un simple penal o que Cueva, Ruidíaz y otros peruanos en el extranjeros solo hacen goles por esa vía, cuando la responsabilidad que recae sobre ellos es como la de un líder en un duelo a mano a mano frente al antagonista. Y yo me pregunto, si fuese con la camiseta de la Selección Peruana, ¿estaríamos diciendo lo mismo? Es indefendible criticar a un ‘penalero’ cuando marca, sobre sus hombros, reside toda la confianza de un equipo, hinchas y hasta un país entero. A ver si decimos algo de Cueva o Ruidíaz cuando marquen de penal en un futuro. Más aplausos, menos ‘mala leche’ en las redes.