La guerra en Siria ha ocasionado cientos de miles de muertos, casi 4 millones de personas han huido a los campos de refugiados en el Medio Oriente y los más arriesgados, en su desesperación, han optado por intentar acceder a Europa, en una misión por demás peligrosa.
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Convertida en una tierra en la que nadie quiere estar, la selección de fútbol de Siria ha jugado los últimos partidos de la Eliminatoria rumbo a Rusia 2018 en Omán, específicamente en el estadio Al-Seeb, lejos de la barbarie de yihadistas y aliados, principales protagonistas de una guerra que aún no termina. La próxima fecha lo hará en Macao y posteriormente, en Beirut, capital Líbano.
Dentro del caos, los inocentes pierden la confianza. Así, los países más poderosos del mundo intervienen en busca de la paz, haciendo más la guerra. Y en las noticias se ve día a día imágenes que conmueven e indignan, vídeos de desesperación de padres buscando a sus hijos o niños ensangrentados, víctimas de algo que escapa a su razón, imposible de explicar.
Más grandes, varios deportistas tratan de escapar de la guerra con el propósito de continuar haciendo lo que más les gusta. Una especie de rebelión personal al absurdo fanatismo en el cuál su país está preso. Esto es similar a lo que se vio en los Juegos Olímpicos de Río, con los atletas refugiados.
El fútbol, la política y la guerra se vieron mezclados en Siria, por deportistas que intentaban defender los colores de su bandera dentro y fuera de la cancha.
Abdul Basset fue el primer caso que se recuerda. El portero de la selección juvenil de Siria, se unió a las fuerzas rebeldes con 19 años. Más tarde, prefirió abandonar el fútbol y se alzó en armas contra el gobierno.
Así también, Mosab Balhous, actual portero de la selección Siria, que incluso viene disputando las eliminatorias rumbo a Rusia, fue arrestado durante un año por el gobierno, por dar refugio a los rebeldes y opositores al gobierno.
Por su parte, Firas al-Khatib, uno de los mejores jugadores en el fútbol Sirio decidió renunciar a su selección por razones políticas. Se rehusó a jugar en una selección que representaba al régimen del presidente Bashar al-Asad, acusado de bombardear zonas civiles y causar la muerte de miles de inocentes.
No obstante, de otro lado, Fajr Ibrahim, director técnico de Siria, sorprendió el año pasado, tras un partido de eliminatoria, con una camiseta en donde estaba estampada la imagen del rostro sonriente del presidente Al-Asad. "Esta victoria es un regalo para la gente siria… para hacerles felices", dijo el estratega a la prensa. "Es muy importante, también para el presidente Asad", opinó manifestando su apoyo al gobierno. "Hacemos 30 segundos por los franceses, pero por todos los sirios muertos nadie guarda ni un solo segundo de silencio", señaló.
Un país en conflicto, que pelea todavía por un lugar en la Copa del Mundo Rusia 2018. Siria jugará la última fase de las eliminatorias en Asia. En su grupo se encuentra Irán, Qatar, Corea del Sur, China y Uzbekistán. De culminar entre los dos mejores alcanzará por primera vez en su historia, llegar a un mundial. Obviando por unos momentos lo más importante, la crisis en su país, para solo dedicarse a jugar al fútbol.
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