"Wilmer Aguirre y la pelota eran uno solo. Como el hincha y su sonrisa, inseparables luego de ese partido por muchos, muchos días después".
"Wilmer Aguirre y la pelota eran uno solo. Como el hincha y su sonrisa, inseparables luego de ese partido por muchos, muchos días después".

Cada individuo guarda en su memoria matices diferentes acerca de lo sucedido. Yo recuerdo ese 4-1 de manera especial porque fue la primera crónica importante que me asignaron en el periódico.

Habían sido días felices en Copa Libertadores. Alianza Lima debutó con un triunfo impresionante en La Paz. Un doblete de José Carlos Fernández y una corrida feroz de Johnnier Montaño desde tres cuartos de cancha para el zurdazo que decretaba el 3-1 en el Hernando Siles, ante el Bolívar, el equipo más popular y laureado de Bolivia.

Al día siguiente, el Blooming, también boliviano, sucumbía en la calurosa Santa Cruz de la Sierra ante un impecable Universitario, dirigido entonces por Reynoso. Era también mi primer trabajo como enviado especial y un anticipo de lo que pasaría días después en Matute.

Ante Estudiantes fue un partido de Champions con un jugador de Play Station. Quienes estuvimos esa noche en la tribuna tenemos aún vigente en la retina esos movimientos perfectos del ‘Zorrito’ para evadir defensores y definir con ambas piernas. Siempre con el mismo preámbulo en cada uno de sus tres goles: la proeza de evadir la marca con fantasía.

Del relato épico de FOX me enteré luego. En las repeticiones del partido y los noticieros.

El gol de Sosa, antes del minuto, parecía devastador. Pero esa noche estaba predestinada a la magia. Wilmer Aguirre y la pelota eran uno solo. Como el hincha y su sonrisa, inseparables luego de ese partido por muchos, muchos días después.

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