Hace cinco años, el mundo de las apuestas online recién comenzaba a crecer en el país. Si hoy en día, seis de cada 10 patas tuyos se han registrado a Betsson, Te Apuesto, BetSafe o InkaBet, dos o tres apenas contaban con una cuenta para el 2015. Era el 3 de marzo de ese año, una semana antes del partido de Cristal con Racing en Avellaneda, que mi primo me mostraba cómo ganaba algunas monedas en los deportes. El tenis y el fútbol eran sus fuertes y, por lo general, cuando apostaba a cinco o seis encuentros en línea, siempre ganaba una buena suma para celebrarlo el fin de semana. Yo, en cambio, trataba de alejarme de ese mundo, no porque no haya tenido interés, sino porque prefería no adentrarme al miedo de perder lo que ganaba al mes. Sin embargo, la pica no podía conmigo esa noche cuando vi lo que pagaba un triunfo de Cristal en Argentina.
10.00 daba la victoria del equipo de Ahmed sobre el de Diego Cocca. ¡10! Ósea si apostabas 10 mangos, te llevabas 100. Si ponías 20, eran 200. Por un momento pensé que estaba mal el número que mostraba aquella vieja laptop. ¿Cómo era posible? La cifra parecía inverosímil para el Cristal de ese entonces, que - en la previa - le habían empatado en sus primeros dos partidos de Copa: (2-2) contra Guaraní en Asunción y (1-1) con el Táchira en Lima.
Cristal jugaba bien, tenía un buen manejo de la pelota de la mano de Ahmed y el nivel de Ballón, Cazulo, Calcaterra, Lobatón y Ávila era más que aprobable. Pero no solo era eso, también era Racing, el reencuentro con el equipo que derivó en la final de la Libertadores 97, esa institución celeste y blanca que fue goleada hace 18 años. Pero estadísticas y recuerdos, y sigo creyendo hoy en día que la cuota estuvo pésimamente trabajada, le dije a mi primo que apostara 50 soles. Si perdía Cristal, se lo pagaba al final de la semana; si ganaba, el dinero a la casa al día siguiente.
La hora en el ‘Cilindro’ de Avellaneda
Siete días después (10 de marzo), llegó el momento de la verdad. Parado en mi sala delante de la TV, y camino de izquierda a derecha como si fuera Marcelo Bielsa, vivía el partido a mil. No solo era el juego, también eran 50 lucazas y el orgullo ante mi primo. El primer tiempo en cero y sin grandes ocasiones para ambos. Partido parejito, pero Ahmed lo había trabajado bien: Penny en el arco; línea de tres con Ballón, Revoredo y Martínez; Estrada, Cazulo, Calcaterra, Lobatón y Cossio en la volante; y Ávila y ‘Chapita’ Blanco en el ataque. Todo el campo estaba cubierto y los buenos recorridos por los costados eran un acierto con el 3-5-2 del ‘Turco’ en Avellaneda.
Todo para llegar al minuto 57. Pase de Lobatón, enganche de antología de Ávila y definición de ‘Loba’ para el 1-0. ¡Gol! ¡Gol! Por poco la TV se me cae y el mensajito de paso a mi primo (te lo canté) para tener la respuesta inmediata a los dos segundos (espera, lo voltean). Rabia de por medio, 10 minutos después, Brian Fernández lo empataba con una jugaba de laboratorio para – recién – comenzar a preocuparme. ¡50 lucas! ¿Ahora qué hago el fin? Pasaban los minutos, se veía a un Cristal desenvuelto, que aprovechaba bien las opciones que tenía y que – gracias a Dios - encontró la diferencia a los 81’. Penal sobre Ávila y gol de Lobatón: 2-1.
Puteadas y audios por WhatsApp, Cristal aguantaba en el ‘Cilindro’ y los haters se quedaban mudos en los grupos. Manos arriba, manos abajo, brazos cruzados, camino a la derecha, camino a la izquierda, dedos cruzados, el partido parecía que se jugaba en un reloj de arena hasta que llegó el pitido final. El equipo de Ahmed se llevaba los tres puntos en Argentina, se encaminaba – en ese momento – en su grupo en la Copa Libertadores 2015 y daba una nueva alegría internacional a los celestes. ¿A mí? Un partidazo que recuerdo hasta ahora, no solo por el juego, sino por 500 lucazas que celebré con gusto el fin de semana. Que mis patas no mientan.