Corría el minuto 19 del partido entre Alianza Lima y Once Caldas cuando Hernán Barcos retrocede al punto de penal para ganar el balón tras un saque de esquina. El ‘Pirata’ logra pivotear e indirectamente asiste a Adrián Arregui. Todavía con la pelota en el aire, el volante argentino inclina el cuerpo hacia abajo para intentar una especie de tijera estéticamente bella. Por un instante, el tiempo se detuvo. Hubo silencio, una pausa y un derechazo con destino de gol. Pero dicen que no todas las historias tienen finales felices, porque el arquero rival puso la mano abajo y evitó lo que pudo ser una explosión de júbilo. El lamento, la resignación y una sonrisa brotaron del rostro de Arregui. Aquella jugada no terminó en gol, pero confirmó lo que Adrián transmite en la cancha: actitud y pasión.