Marquinho fue campeón con Alianza Lima en 1997. (Foto: USI)
Marquinho fue campeón con Alianza Lima en 1997. (Foto: USI)

Aunque hoy en día el nombre de moda en es el de , por su golazo de tiro libre en su debut como blanquiazul, en La Victoria, cuando el ‘Chaval’ tenía apenas un año de nacido, un jugador con una pegada magistral se robaba los focos en Matute. Llegó en el 95, pero volvió dos años después para formar parte de la historia ‘íntima’. Marco Antônio Dos Santos, más conocido por todos como Marquinho, el ‘mago’ de Alianza de los 90.

¿Qué significa ser jugador de Alianza Lima?

Es un sentimiento único. Un jugador que llega a vestir la camiseta de Alianza Lima, primero tiene que saber que es una responsabilidad muy grande, porque es un equipo grande y la gente siempre va a estar ahí, al pendiente. La exigencia es muy fuerte y eso hace que el jugador muchas veces no soporte. Son situaciones que cada uno tiene que manejar a su manera, pero la presión siempre va a existir. Ha sido un placer desde el inicio, porque antes de llegar había jugado en contra de Alianza. Pertenecer al club ha sido de las mejores experiencias de mi vida, porque me he esforzado y he sido correspondido por el hincha. Para mí, ha sido un honor.

Estuvo primero en Sport Boys y Sporting Cristal…

Sí, por eso, yo cuando llegué aquí al Perú en Boys había jugado muchas veces contra Alianza. Después de varios años que estuve en Perú, se me presentó la oportunidad en el año 95 de venir a Alianza. Mi señora estaba embarazada, yo quería volver al Perú. Nos encanta este país, porque nos han recibido de manera muy fraternal y fue una sorpresa que quieran que venga a Alianza. Ya conocía a los jugadores, pero no como compañeros, sino como adversarios. Me han recibieron muy bien, estuve muy cómodo.

¿Quién lo recibió?

Bueno ahí estaban todos los potrillos. Estaban el ‘Churre’ Hinostroza, Jayo, Waldir, Kanko, Darío Muchotrigo, Basombrío, Marco Valencia. Todos me hicieron sentir bastante bien. y ellos sabían más que yo de cómo era Alianza, y me decían cómo debía ser, y que uno debía acostumbrarse a la exigencia de la gente.

¿Por qué decide regresar a Alianza en el 97?

Yo me voy de Alianza a México en el 96 y de ahí viene una invitación para que yo vuelva. La verdad es que como no pudimos lograr el título el año anterior, yo me quedé con la espina y me decía: ‘Tengo que volver a Alianza’. Se me presentó esa oportunidad en el 97, un proyecto bastante bonito, y logramos hacer un equipo muy unido. Ahí viene el profesor (Jorge Luis) Pinto, que era un entrenador nuevo en Perú, pero con unas ganas de hacer su trabajo de la mejor manera. A nosotros nos costó un poco de inicio, pero él decía que todo ese sacrificio que hacíamos al empezar el año, iba a ser recompensado.

El mítico trencito 'Blanquiazul' liderado por Marquinho (Foto: Historial Blanquiazul)
El mítico trencito 'Blanquiazul' liderado por Marquinho (Foto: Historial Blanquiazul)

¿Se imaginó un año tan redondo obteniendo el título directo?

Nosotros no dudábamos, pero estábamos no tan confiados, hasta que pasaron los meses llegaron los resultados. Con los entrenamientos y las concentraciones, el profesor era muy exigente en todo aspecto: desde el camerino hasta el campo. Él te controlaba todo y creo que esa fue el arma que tuvo para que nosotros entendiéramos que ese era el camino. Ganamos Apertura y Clausura y eso demostró que Alianza fue el campeón del año merecidamente por todo el trabajo que hicimos. Estuvimos muy a gusto cuando terminamos con el torneo, y el mismo profesor decía: ustedes han creído lo que yo decía desde el inicio y ahí está el trofeo, es de ustedes, son hampones. Hemos hecho historia.

¿Qué opina del trabajo que realizó Jorge Luis Pinto con ustedes?, ¿debería replicarse en la actualidad?

Yo creo que en aquel entonces fue necesario y hoy lo sería más que en esa época. El jugador tiene que estar creciendo tanto futbolísticamente como personalmente. Debe saber que el fútbol es muy exigente y más aún en la actualidad, que se juega a un ritmo mucho más acelerado, mucho más fuerte. Debe ser consciente de que hay que descansar, trabajar en el físico, estar en casa y tener una vida tranquila para rendir en la cancha. Recuperarse también es parte del entrenamiento.

¿Cómo es compartir camerino con otros grandes como Waldir Sáenz y Juan Jayo?

Como te he dicho, en el año 95 todos ellos (Jayo, Waldir, etc.) ya eran parte de Alianza, pero cuando volví todavía cargaban esa mochila pesada de no tener títulos. Entonces era muy complicado, hasta que se logró y lo reconocieron. Ellos vivieron desde chicos dentro de Alianza. Ese fue un momento único para ellos (el título) y para nosotros también que estábamos siendo parte de ello. Pero, en general, es bonito compartir un ambiente así, 100% unido como el que teníamos, donde éramos amigos dentro y fuera de la cancha. Todavía lo somos, y creo que eso es lo que te deja el fútbol porque a pesar de que estamos lejos, nos seguimos comunicando.

¿Su mejor recuerdo en Alianza?

Creo que el de 1995, cuando nació mi hijo. Nosotros estábamos jugando la Copa Libertadores contra Wilstermann en el Nacional. Ganamos 6 a 1 y yo hice el primer gol y se lo dediqué a mi hijo que acababa de nacer. Fue una emoción diferente, que nunca antes había sentido, porque para mí ser papá ha sido increíble. Además, en ese partido nos marcó porque empezamos muy bien la Copa.

Las claves de un campeón

¿Cuál cree que fue la clave para el título del 2021?

No estuve dentro, pero solo por el hecho de que fueron campeones demuestra que ellos estaban unidos, porque un equipo que no es unido, no gana nada. Esto te lo aseguro y no porque tenga la razón, sino porque es un hecho. Un equipo unido puede superar muchas cosas, si es desunido no logra muchas cosas. A nosotros en el 95 nos pasó eso, pero no por el plantel, sino por los cambios de entrenadores que hubo, que nos hizo bastante daño. Pero son experiencias que al jugador le sirve para más adelante. El Alianza del 2021 tal vez no jugaba tan bonito como a la gente le gustaría, pero ahí está el campeonato. Yo creo que el camerino es la oficina de una empresa grandísima que hay que tener siempre a la gente conectada, aportando. Son momentos únicos que sirven para todo el año.

¿Qué le pareció el gol de tiro libre de Cristian Benavente?

Yo creo que Benavente va a tener un año bastante bueno y que va a ayudar mucho al club que tiene un plantel que mezcla experiencia con jugadores jóvenes. Él va a ser una pieza importante en el equipo. Viene de un ritmo mucho más fuerte, ha estado en Europa y sabe lo que es exigirse al máximo. Además, está preparado en cuanto a personalidad para asumir grandes retos. Desde el primer partido lo demostró agarrando la pelota y pateando el tiro libre. Eso le va a dar mucha confianza. Ahora, va a tener más ambición.

¿Cree que el equipo es suficiente para la Copa Libertadores?

Alianza ha estado en deuda en la Copa Libertadores. Y no solo Alianza sino el fútbol peruano en general. Creo que esta es una oportunidad para que Alianza pueda afrontar una buena Copa Libertadores, que no va a ser nada fácil. Ellos saben eso. Creo que la presencia de Benavente, Jefferson Farfán y Barcos, que es un ejemplo de profesionalismo y entrega en la cancha con su edad, será clave.

¿Qué opina de Hernán Barcos?

Creo que es un gran ejemplo y es bueno que los chicos estén alrededor de él. Pero Jefferson también va a ser importante. Y si llega Paolo Guerrero mejor todavía. Haría fuerte el ataque.

¿Qué opina del trabajo de Carlos Bustos?

Antes que nada, mi opinión es desde afuera, como espectador. Pienso que es un entrenador que tiene un tremendo plantel en sus manos. Lo está manejando bien y eso es importante. Va a tener que analizar bien al rival y dependiendo de ello jugar. También, es un entrenador que está demostrando que tiene una visión propia, su metodología de juego y creo que poco a poco sigue demostrando de lo que es capaz.

¿Un mensaje para los hinchas?

Alianza es un equipo que siempre te hará sentir emociones muy fuertes. Alianza tiene mucho para seguir creciendo, así que le digo a los hinchas, a los fanáticos, que sigan alentando pero que se controlen. Porque cuando uno compite hay que respetar a todos, incluso al rival.


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