No lo queremos postular, ni menos someterlo a la presión del vox pópuli. Pero, por todo lo que representa, la carrera de Claudio Pizarro merece un final feliz.
Y ese estado emocional del que hablamos – creemos- solo se encuentra en casa, con la familia, con los tuyos… Porque es ahí precisamente donde uno vuelve a sentir el espíritu preponderante de un amateur, en tiempos en los que el alma está desgasta por la misma profesión. Ya sea por la decepción de un descenso o de un ‘bullying’ mediático innecesario.
Ya no se trata de un veinteañero, sino de un futbolista con los galardones suficientes para mudarse a la multimillonaria liga china o a la MLS. Pizarro, al menos, no necesita eso. Tiene los dólares suficientes. Claro, asegurar el futuro no siempre debe estar ligado al tema económico. Porque la historia es aún más grande.
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Es difícil regresar a la cultura sudamericana. Arriesgas, te expone a los insultos, a los asaltos, al maltrato innecesario, tal vez. Pero Maradona (a Boca Juniors), Enzo Francescoli (a River Plate) o la ‘Brujita’ Verón (a Estudiantes) – en su momento - cambiaron los euros por la gloria. Dejar el ‘Viejo Continente’ no los convirtió precisamente en mártires, sino en una religión.
Tal vez hay muchos críticos de sillón que todavía no terminan de entender el valor de Pizarro para Perú y para Alianza Lima. Hizo patria en Europa, cuando el futbolista peruano se extinguió en las ligas de élite. Le debemos, al menos, un poquito de respeto.
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