Los últimos tres títulos que ganó Alianza Lima, lo hizo con técnicos uruguayos. Eso no es una casualidad. Pasó con Gerardo Pelusso, conmigo y ahora con Pablo Bengoechea. A pesar de ser criticados y golpeados por los jueces de sillón, cumplimos el objetivo, que es instalar una convicción y ser competitivos para que el espectáculo sea ganar. De hecho, esta constante expuesta, hoy, es precisa analizarla, teniendo en cuenta que la ‘garra’ se impuso en un fútbol romántico, como es el peruano, que todavía piensa en las ‘huachas’ y los ‘tacos’ de una generación de oro, que ya pasó, se fue y no volverá más.
Considero que el resultado es el factor más importante en el fútbol. Eso es precisamente lo que nos mueve como futbolistas y como entrenadores. Pero, para lograrlo, hay que jugar bien. Y ello implica atacar con inteligencia (no en cantidad, sino en calidad) y defender con solvencia, con agresividad y con carácter. Porque el balón nos pertenece y la vida se termina cuando se deja de pelear.
Solo por poner un ejemplo, en Uruguay, desde los seis años jugamos al fútbol. Es una competencia muy fuerte, a nivel de niños. Pero es allí donde se forma nuestra competitividad. Nos inculcan a ganar, a ganar y a ganar. Entonces, crecemos con esa convicción y la historia nos favorece. Competimos en cada torneo internacional al que vamos. Nuestros futbolistas, actualmente, brillan a nivel europeo y, cada vez más, empleamos estrategias para llevarnos el Mundial a casa. Es decir, metemos, metemos y metemos.
Perú tiene una rica historia futbolística, gracias a los buenos jugadores que tuvo décadas pasadas. Pero, en la medida que retorne a un Mundial, el romanticismo por ver una ‘huacha’ o un ‘taquito’ irá quedando atrás. Deben entender algo: el fútbol ha cambiado mucho y hay que adaptarse a ello. Hoy, se gana jugando bien. No se trata de ser ‘kimbosos’, sino ser dinámicos, de ataque directo, agresivos en todo momento y de ser humildes cuando la situación te exige defender. A mí, por ejemplo, no se me cae ningún anillo, si me toca hacerlo. Un claro ejemplo es lo hecho por Bengoechea y, para no ser tan patrióticos, pasó con el argentino Gustavo Costas, que coincide con nuestra filosofía.
Más allá de las diferencias administrativas que tuve, yo vivo enamorado de Alianza. Y me enamore, porque me contagié del cariño que le tiene el hincha al club. Es fácil enloquecer con tanto calor. Por eso dirigirlos, fue la etapa más linda de mi carrera. Esté donde esté, lo sigo, porque, sobre todo, soy un agradecido. Porque Alianza Lima es corazón.
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