Entrenaban tempranito, a las seis de la mañana. Luego tomaban desayuno: una taza de café con leche, un plato de avena y dos panes. Al terminar, casi de inmediato, se iban a estudiar. Esa era su rutina: entrenamiento y clases, entrenamiento y clases. No eran amigos cercanos -por lo menos no al inicio-, pero nadie los obligaba a estar ahí, juntos, privándose de tertulias bohemias para trabajar su físico. Ellos, estudiantes y profesores de distintas facultades (de la UNMSM y de otras escuelas especiales), tenían claro su objetivo: formar una institución deportiva para ejercer un cambio social.
La historia de Universitario no empieza en 1924. Es cierto que José Rubio Galindo, Luis Málaga Arenas, Mario de las Casas y Luis de Souza Ferreira, entre otros, se reunieron un 7 de agosto de ese año en la Federación de Estudiantes del Perú (calle Juan de la Coba 106, hoy primera cuadra de la Avenida Abancay) para darle nacimiento a la Federación Universitaria, como se llamó en un inicio, pero la verdadera motivación del proyecto nació en Argentina, seis años antes de esa reunión, con una revolución estudiantil.
La Reforma Universitaria de Córdoba, llevada a cabo en 1918, tenía entre sus muchos objetivos la participación de los alumnos en el gobierno universitario, la docencia libre, la educación gratuita y la relación entre la preparación técnica y la realidad del país en todos los ámbitos, incluido el deportivo, considerado hasta entonces una pérdida de tiempo.
Luego de diversas manifestaciones en las calles, los actos de lucha por los derechos dieron resultados. Y no solo en tierras gauchas, sino en distintos países de Latinoamérica. Perú no fue ajeno. Augusto B. Leguía, recién electo presidente y autodenominado liberal, cumplió con las exigencias. Pero duró poco. En 1923 reprimió una movilización, acabó con la vida de dos estudiantes y las reformas fueron eliminadas de las universidades.
José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre, entonces, se convirtieron en los representantes de dicha disputa ideológica, que tenía como fundamento que los universitarios no debían encerrarse en las aulas, sino más bien estar dispuestos a integrarse al pueblo para enseñar lo aprendido. Como consecuencia de esta reforma estudiantil, en 1924, los futuros fundadores, jugadores y dirigentes de la ‘U’ empezaron su tarea. Además de entrenar y estudiar, tenían dos propósitos. El primero, ser un equipo competente (primero en el torneo interuniversitario y luego en el oficial). El segundo, educar.
La idea era que todos los peruanos, sin importar su nivel socioeconómico, tengan derecho a la educación y la libre práctica del deporte. Y en eso tenía mucho que ver la relación entre la clase estudiantil y la obrera, que no tenía las mismas posibilidades. Por eso, luego de los partidos, que por lo general se realizaban los domingos, los muchachos de la Federación Universitaria de Fútbol se dirigían a Vitarte, donde estaba el centro fabril más importante, y, según la revista Mundo y el el libro La U y su historia I, compartían sus conocimientos, creando las llamadas universidades populares, luego de jugar algún encuentro ante el Sport Vitarte.
Los cremas, como se les conoce ahora, llevaron la ideología estudiantil a la clase obrera y, de paso, a la cancha. Una vez que, por su compromiso y buen desempeño, fueron invitados por la FPF a formar parte del torneo peruano, entendieron que no bastaba con prepararse físicamente días antes de los encuentros. Además, tenían que salir a la cancha en buenas condiciones. Si en los estudios se necesitaba tiempo para repasar, en el deporte no tenía por qué ser distinto. Y comenzaron a concentrar.
En una época en la que los jugadores estaban acostumbrados a tomarse unos tragos antes de saltar al ‘verde’, los de Universitario se ‘guardaban’ para estar físicamente bien. Lo consiguieron primero pidiendo cedido un lugar en el antiguo Estadio Nacional: llegaban a las 9pm., y una hora después se cerraban las puertas. Tiempo después comenzaron a alquilar distintas casas que servían como locales de concentración.
Un equipo que no destacaba por su técnica, pero sí por recuperar partidos y voltear resultados en las segundas mitades. ¿Les suena? Sí: el profesionalismo fue el que, tiempo después, le permitió a Universitario adueñarse de la garra. Y en 1931 el diario La Crónica lo resumió a su manera: “La característica de los muchachos de la ‘U’ es la valentía en sus intervenciones. Ya lo hemos dicho: juegan ‘con cuerpos alquilados’. (…) Reconocemos que el Alianza Lima es más técnico que la Universidad, pero el control de ese juego depurado se hace muy bien, ya lo hemos visto, con el entusiasmo y el corazón”.
La rivalidad ya existía. Y, aunque cueste luchar contra un rumor tan expandido, poco tiene que ver con orígenes opuestos. Según Raúl Castro, antropólogo y actual director de comunicación y publicidad en la UCSUR, ambas organizaciones responden a una misma estructura, pero con historia diferente. “Martin Benavides, en su libro sobre la historia de Alianza Lima, cuenta un poco cómo hay tradiciones inventadas. Se habla de Alianza como popular y se opone a un Universitario como equipo de gente pudiente. Ambos son mitos. Son versiones idealizadas para construir una identidad alrededor de una diferenciación”, contó a Depor.
Para Castro, esa “construcción imaginada” está relacionada más con los jugadores que con la fundación de cada club. “En el origen de los dos hay ambos mundos. En ambos casos hay gente con derechos, solo que el desarrollo es particular, asociado a quienes juegan. En uno a los afroperuanos trabajadores manuales. En el otro, a los estudiantes. El estamento afroperuano popular encontró en Alianza un canal de expresión hasta cultural. El estamento blanco encontró el de los derechos, porque la corriente de Universitario promueve algo que no existía: el derecho para todos”, menciona. Y eso, sin darle más vueltas, nos regresa al inicio: la creación, hace ya 94 años, de Universitario de Deportes. Un club que nació con la idea de hacer cambios sociales. De luchar por los derechos. El fútbol con garra y profesionalismo, para pelear por los ideales, dentro y fuera de las canchas.