Universitario de Deportes le dio una lección de grandeza a Alianza Lima. Y no nos referimos solo al vergonzoso apagón que dio la vuelta al mundo. Hablando netamente de lo que se vio en la cancha de Matute el miércoles y el Monumental el sábado, el cuadro crema dio cátedra a su clásico rival. En el juego y la actitud. Porque la ‘U’ fue un equipo decidido, consciente de que se disputaba una final, y de todo lo que esta representaba. Porque no era un campeonato cualquiera. Era salir victorioso ante tu clásico rival, en su casa, ante su gente, frenar una racha de títulos del ‘compadre’ y llegar al centenario tranquilo y sin presión, apuntando a ser campeón y no a romper una sequía que sería histórica y motivo de burla de los rivales. La estrella 27 no era una más.
En la final de ida en el Monumental hubo un solo equipo. Nadie debería ofenderse por decirlo. Alianza Lima no fue ni la sombra del cuadro que ganó el Torneo Apertura y se vio en el último tramo del Torneo Clausura. Porque no hubo ecuanimidad en las decisiones de Mauricio Larriera. Él tomó el equipo a mitad de Clausura y no lo hizo mal. No fue la máquina del Apertura, pero mantuvo el invicto en los 12 partidos en que estuvo al frente del equipo. Sumó puntos importantes de visita e hizo respetar su casa, más allá del último empate ante ADT que finalmente lo condenó a jugar una final por el campeonato y no ganarlo directamente. Quizás ese fue su mayor pecado. Pero experimentar en una final que también era importantísima para el cuadro grone lo sepultó a un hoyo de críticas, del cual parece imposible salir. Universitario, en cambio, consolidó un trabajo sostenido. Y el desenlace no pudo ser mejor para el cuadro merengue, que edificó su historia de éxito desde inicio del año, exactamente desde que llegó Jorge Fossati.
Universitario, desde la llegada del entrenador uruguayo, arrasó en números. No consiguió quedarse con el Torneo Apertura porque Alianza Lima, a diferencia de la ‘U’, tuvo un arranque magnífico y sostuvo una campaña excelente al mando de Guillermo Salas. Pero los cremas no perdieron el foco. No se había logrado el primer torneo del año, pero no descansaría hasta lograr el objetivo.
La ‘U’ no perdió como local en el Monumental de la mano de Fossati. Apenas empató un partido y superó su gran barrera hacia mitad del Clausura, que era ganar fuera de casa. Y lo hizo con grandes triunfos, como ante Melgar y César Vallejo, equipos fuertes que también clasificaron a copas y donde no todos sus rivales directos pudieron sumar. Desde ahí Universitario forjó el título.
Y ya en la final, demostró su grandeza. Porque jugó la definición como tal: con el cuchillo entre los dientes, sabiendo que era el partido del año, que si perdía todo lo bueno que se consiguió iba a quedar en un segundo plano. Y esa actitud fue la que llevó a Universitario a la catarsis del título. Fue un equipo sólido, consolidado, correcto en todas sus líneas. Y en esa afirmación hay una palabra clave: “equipo”. Porque Alianza Lima no lo fue. Tenía de lejos el mejor plantel del torneo. Y muchos de sus buenos resultados en el año fueron porque esas individualidades se conjugaron bien y lo llevaron a los buenos resultados. Pero apenas se dio una baja, por lesión o suspensión -usualmente era por lesión- el equipo tambaleaba y entonces siguieron dándose los resultados, pero ya sin contundencia. Se lograron gracias a la jerarquía, al buen nivel de sus individualidades, pero colectivamente padecía y eso ni ‘Chicho’ Salas ni Mauricio Larreira lo pudieron solucionar.
A Alianza Lima le alcanzó hasta cierto punto. Pero en una final, ante un equipo real, no tuvo nada que hacer. El cuadro blanquiazul entró al campo del Monumental no con la actitud de un equipo que puede alcanzar la gloria, sino como uno con miedo al fracaso, con nervios notorios. Y fue superado largamente por un rival que fue todo lo contrario. Ahí Jorge Fossati demostró todos sus kilates, un ‘viejo zorro’ del fútbol que ‘escueleó’ a su par blanquiazul, quien hizo lo que pudo, pero que experimentó cuando no debía, no leyó bien el partido y no supo llegar a sus jugadores. Porque eso es una virtud de ese ‘Flaco’ sabio que se puso el buzo crema este año. No hace falta estar en el camerino de la ‘U’ para darse cuenta de su llegada el jugador, que esos 70 años no son en vano y que sabe plasmar su idea, sus emociones, y su experiencia en un equipo que lo representa a la altura en el campo de juego.
Sin embargo, pese a la inmensa superioridad de Universitario, la primera final quedó abierta por un gol de Gabriel Costa sobre el final que, ya con el resultado puesto, parece haberle causado, más que esperanza, un daño a Alianza. Porque en lugar de salir con todo en Matute, volvió a pisar la cancha con una actitud cauta, queriendo explicar con juego el desconcierto de un sistema que -en teoría y práctica- no tuvo ni pies ni cabeza. En la final de vuelta también fue evidente que había un solo equipo en la cancha, que incluso pudo haber conseguido un marcador de escándalo.
Es cierto que en una final, y sobre todo contra tu clásico rival, todo puede pasar. Y también es cierto que los goles hay que hacerlos, que de nada te sirve ser tan superior si no la metes. Eso seguramente pasaba por la cabeza de los hinchas cremas, que no querían cantar victoria antes de tiempo. Pero ya con el partido finalizado y el título 27 en el bolsillo, cualquiera puede darse cuenta de que Universitario no tenía nada que temer: fue superior de inicio a fin y fue un justo campeón.
Y lo que pasó tras el pitazo final del árbitro Edwin Ordóñez -previamente cuestionado, pero de labor sin problemas- solo hizo más grande el campeonato de Universitario. Un festejo que quedará inmortalizado y del que seguro se seguirá hablando por siempre. Fue la celebración de un equipo que brillo en las penumbras y en la casa de su rival, desatando, además, que Alianza Lima pase quizá la peor vergüenza de su historia, una que ya ha dado la vuelta al mundo.
Porque apagar las luces no es viveza. El responsable no puede sentirse orgulloso de haber impedido la entrega de un trofeo a costa de poner en riesgo a toda su gente, a todo ese público que llenó Matute fecha a fecha e hizo un esfuerzo por estar en la final apoyando a su equipo. En las tribunas también estaban los trabajadores del club, la prensa, los familiares de los jugadores. Todos expuestos a una decisión peligrosa, que solo ha hecho más humillante una derrota y ha elevado el triunfo de Universitario a un estrado histórico. Cero de nota al ‘vivazo’ que asumió tan irresponsable estrategia y, más bien, felicitaciones a todos esos hinchas grones que pusieron el pecho y tuvieron la grandeza de reconocer la superioridad del rival y condenar lo hecho por su club.
Y también cero de nota para el comunicado posterior de Alianza Lima, que subestima la inteligencia de todos los hinchas. Cuando esa actitud ‘chicha’ desaparezca del fútbol peruano, este podrá ser más grande.
En tanto, hay que festejar a Universitario, el mejor del año, y que demostró en la cancha ser superior y un campeón incuestionable. Además, gracias a la gran ‘estrategia’ de su rival, tendrá la fiesta que se merece ante su gente este domingo, en el Monumental, que de hecho lucirá un lleno repleto para celebrar la grandeza de su club. Una fiesta justa y merecida, a la altura de su historia.
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Empezó su carrera en 2008, en la sección deportiva de Trome. Llegó a Depor en 2009 y actualmente se desempeña como Editor de Cierre. Apasionado del fútbol y la lucha libre. Licenciado en Comunicaciones de la PUCP.