Perú debutó con Dinamarca en Rusia 2018 (Getty Images)
Perú debutó con Dinamarca en Rusia 2018 (Getty Images)

Pasó una vida para que muchos podamos ver a nuestra selección jugar por primera vez en un Mundial. Ese momento siempre se quedará en el corazón.

La maleta estaba lista desde 1997. No fuimos a Francia por diferencia de goles. Dolió, pero decidí que la maleta se mantenga intacta. Pasaron los años y también los procesos eliminatorios. Fueron cuatro más, para ser exactos. Perú pasó con más pena que gloria. La maleta estaba empolvada, casi resignada a nunca ser usada. Hasta que llegó aquel 15 de noviembre de 2017 en que la bicolor agarró el último cupo para Rusia. ¡Somos mundialistas! La maleta, como tenía que ser, estaba lista para cruzar el charco. Arrancó la aventura.

La logística para Ekaterimburgo y Sochi estaba hecha. Pero había un tema con Saransk. En el mapa aparecía pequeñita. Por eso no me extrañó no encontrar avión ni hotel. Pero por nada en el mundo podía perderme el debut esperado. La solución fue fácil: viaje ida y vuelta de noche, en tren, para solo ir a Saransk a ver el partido. Ahorro y más aventura. Pasaporte, credenciales, entradas y un saco horroroso que me dieron en el trabajo, estaban en la vieja maleta para alzar vuelo al Viejo Continente.

Llegamos a San Petersburgo para conocer y Moscú se convirtió en nuestro conector con otras ciudades. Se respiraban aires de Mundial. Gente de todas las nacionalidades, edades y razas. Todos con la camiseta de su país. Juntos hicimos de Rusia el epicentro del mundo futbolero.

El día más esperado

Había que tomar el tren a Saransk. Casi todos éramos peruanos y eso hizo que el trayecto sea hermoso. Cánticos, juegos de mesa, bromas y hasta bebidas ‘espirituosas’. Ya era 16 de junio de 2018. La ciudad nos recibió al amanecer. Era pequeña y todo lo podías hacer caminando. El partido era a las 7 de la noche. Hubo tiempo para conocer y también para descansar en un parque que sirvió de camping. El banderazo en la plaza fue increíblemente conmovedor. Nunca antes había visto algo similar. Todo se ‘peruanizó’ y hasta los rusos celebraban nuestra fiesta. Así, el mar humano empezó su camino al Mordovia Arena. Cánticos, ‘selfies’, banderas flameando. Todo era nuestro.

El estadio era majestuoso. La ubicación espectacular. En oriente intermedia. Los nuestros salieron a calentar mientras se escuchaba el ‘Contigo Perú’ que estremeció a todos. Cuando vi salir nuestra bandera no aplaudí ni grité. Solo recordé todo el tiempo que soñé con este momento. El himno nacional se escuchó en todo el mundo. Conocidos y extraños estábamos abrazados a una misma ilusión. Era el día más esperado y había que disfrutarlo.

¿Y el partido? Desde el sorteo se sabía que ante Dinamarca nos jugábamos todo. En un grupo donde Francia era el favorito y Australia el rival a vencer. Perú era superior y cuando el árbitro cobró ese penal, se gritó tanto como un gol. Lástima que Christian Cueva mandó afuera la pelota y también nuestras esperanzas. Dinamarca se creció y en un error encontró el gol de Yussuf Poulsen, cuyo nombre es relacionado siempre a una mentada de madre. Luchamos por empatarlo, pero el marcador no se movió más. La derrota le quitó el volumen a toda la ciudad. Perdimos, pero nadie nos quita lo vivido ese día. Pudimos verte en un Mundial. Algo que, hace años, era impensado. Luego Francia nos eliminó y festejamos ante Australia. El fútbol nos dará la revancha. ¿Y la maleta? Como siempre, preparada para irse otra vez. ¿Qatar 2022? Que así sea.

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