Luis Advíncula llegó en julio pasado al fútbol español. Aterrizó en el Rayo Vallecano, donde ha jugado una docena de partidos y ha logrado sobresalir. En vez de disfrutar el buen momento de Bolt y verlo crecer en una liga top, muchos hinchas lo quieren ubicar ya en el Atlético Madrid o algún otro grande de Europa.
Como si fuera tan fácil y bastara un puñado de partidos para alcanzar la cima. Cuando antes que una tarde para el recuerdo o una buena racha, detrás de un fichaje suele haber, más bien, una campaña notable. A un jugador no se le mide por unos cuantos encuentros; hay que seguirlo todo el año y considerar además cómo se desenvuelve fuera de la cancha, ya que hay mucho dinero en juego y son decisiones que impactarán toda la temporada.
También es difícil que un futbolista pase de jugar en el colero del torneo a un equipo habitual de la Champions League. Por lo general hay peldaños previos, como en una escalera, en la que subimos paso a paso. Por eso, antes que el Atleti, tiene más sentido imaginar que Advíncula continúe su carrera en un club más bien mediano, como el Villarreal, el Celta o el Real Betis, donde pueda seguir creciendo y desarrollando su potencial para dar ese gran salto que todos queremos ver.
Sí, pues, a veces nos gana la ansiedad y nos cuesta esperar a que las cosas maduren. Olvidamos que todo toma su tiempo. En el deporte, como en la vida, también hay que tener paciencia. Como decían los abuelos, ‘vamos despacio, que estamos apurados’.
Escribe: Guillermo Denegri