El retiro al Perú de la sede del Mundial Sub 17, es una pésima noticia para el país y un papelón internacional para el fútbol peruano. Que nos quiten el Mundial por no cumplir con los compromisos asumidos formalmente ante la FIFA refleja que, pese a los logros de la selección de Ricardo Gareca, que todos aplaudimos, la institucionalidad de nuestro fútbol sigue siendo precaria y sus dirigentes dejan mucho que desear.
Es increíble lo mal que se ha conducido la FPF luego de lograr la clasificación a la Copa del Mundo 2018, donde llegamos después de 36 años de ausencia. Muchos pensábamos que luego de alcanzar un logro tan importante, las cosas mejorarían en la Federación, pero estábamos equivocados.
Ni siquiera habíamos comenzado a jugar el Mundial y ya Edwin Oviedo, entonces todavía presidente de la FPF, utilizaba el cargo para traficar influencias y obtener beneficios de ‘los Cuellos Blancos del Puerto’. El destape de los ‘audios de la vergüenza’ desnudó los turbios manejos de Oviedo, que hoy purga prisión preventiva por el caso ‘los Wachiturros de Tumán’, donde se le vincula al asesinato de dos dirigentes sindicales.
Tras la reclusión de Oviedo en prisión, la posta al frente de la FPF fue tomada en diciembre por su vicepresidente, Agustín Lozano, otro dirigente muy cuestionado, quien hace algunas semanas viajó a Zurich con la misión de asegurar la realización del Mundial Sub 17 en el Perú. Como hoy podemos constatar, las gestiones de Lozano, quien también genera resistencias en el ente rector del fútbol mundial, fueron un fracaso.
Si queremos que la clasificación a Rusia 2018 termine siendo no una anécdota, sino un punto de quiebre que marque el despegue de nuestro fútbol, tenemos que actuar ya. Que algo se pudre en la Videna.
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