Hoy más que nunca extraño a la blanquirroja, aquella selección peruana que nos devolvió la fe y nos acostumbró a creer. Esa que sin grandes estrellas se le paraba al equipo más pintado y era capaz de ganarle a cualquiera. Esa que nos llevó de nuevo a un mundial y a una final de Copa América. Esa que nos devolvió el respeto del planeta fútbol y nos hizo sentir importantes. ¿Dónde se fue?
Hoy volvimos a ver una sombra de aquel equipo. Casi con los mismos protagonistas, la selección vive ahora un presente de pesadilla y todas las miradas apuntan a Juan Reynoso, el técnico que tomó la posta de Ricardo Gareca y prometió construir sobre el legado del ‘Tigre’.
Vistos los primeros seis partidos de las Eliminatorias, está claro que Reynoso nos timó a todos, que lo hemos visto destruir lo que heredó. El ‘ajedrecista’ convirtió una selección competitiva en un equipo inocuo y sin alma, que anota un gol cada 500 minutos, es incapaz de sostener un resultado y menos ganar un partido.
Donde Gareca hacía maravillas, Reynoso hace estropicios. Y su mano se ve en este equipo sin alma y sin ideas, pero también en el clamoroso descenso experimentado en el rendimiento individual de la mayoría de los jugadores. El hombre de las rotaciones perpetuas acabó con las sociedades y automatismos de un grupo que claramente ha perdido la brújula. El último lugar que ocupamos no es casual y lo peor es que no parece que podamos aspirar a mejores resultados si no se hace un cambio radical.
Es momento de decir ‘basta ya’. Reynoso vive una realidad alternativa donde la derrota ante la peor Bolivia de este siglo es meritoria y los pésimos resultados son responsabilidad de cualquiera menos suya. Que es capaz de ‘echar’ a sus jugadores con tal de salvar el pellejo. Recordemos nomás cómo maltrató a los jóvenes de la Liga 1 Bettson o cómo utilizó a Oliver Sonne para desviar la atención sobre sus malas decisiones al frente de la bicolor. Escucharlo al final del partido de ayer fue una repetición de ese mismo libreto triste y gastado.
Un libreto que ha terminado por agotar a la hinchada. Porque más allá de los malos resultados, el peor legado de la era Reynoso es el haber destruido la relación de la selección con la gente. El daño a la marca ‘selección peruana’ apenas lo empezamos a ver, desde la caída en el precio de las camisetas hasta el llamado de atención en público de un auspiciador, pero la magnitud de lo que hemos perdido recién se verá en toda su magnitud en los próximos meses.
La para de las Eliminatorias nos vendrá bien. El próximo técnico de la selección tendrá tiempo para afinar el equipo y recuperar sus valores. Porque el daño es aún reversible y la clasificación sigue estando al alcance. Pero si no enfrentamos el problema y tomamos las decisiones que urgen, volver a un mundial seguirá siendo una quimera.
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