Llevar a cabo un Mundial de menores en nuestro país es como comenzar por el final. Hacer un campeonato de este nivel debería ser la consecuencia de un adecuado desarrollo futbolístico. Claramente no es el caso. Es lamentable que el Mundial sea usado como una especie de maquillaje que tape momentáneamente todas nuestras manchas. ¿Es bonito hacer el Mundial? Sí. ¿Es lo adecuado? No.
Agustín Lozano, presidente de la Federación peruana de fútbol, postuló a la organización del torneo sin siquiera dejar en claro cuál es el futuro del departamento de menores de la Selección. De hecho, en meses destruyó uno de los trabajos más importante que se han hecho en menores en nuestro país: dejó de exigirle a los equipos de primera y segunda división que tengan categorías competitivas sub 15 y sub 17. Hoy, gracias a eso, los chicos de provincia tienen menos oportunidades y todo volvió a centralizarse en los tres equipos grandes de Lima. Retrocedimos todo lo avanzado.
Además, el gasto de varios millones de dólares que costará la organización, es un despropósito teniendo en cuenta la difícil situación económica que atraviesa la Federación. Todos sabemos que organizar un campeonato de menores así, es ir a pérdida segura. Habría que sumarle las precarias condiciones en las que trabajan nuestros menores a lo largo y ancho del país. También es un desatino gastar esas cantidades si pensamos en que la gran mayoría de nuestros menores no tienen campos para entrenar, ni pelotas en buenas condiciones. Mucho menos técnicos capacitados.
Lo cierto es que vamos a ser organizadores del Mundial Sub 17 y no hay marcha atrás. Es irónico pensar que nos dieron el torneo después de habérnoslo quitado el año pasado. Ahora, la verdad de la historia es que la Federación peruana postuló al sub 20 junto a Indonesia y Brasil. El cupo lo ganó el país del sudeste asiático, y además de Brasil, que está organizando el Mundial sub 17 que se viene jugando ahora, no había otro país ofertante para el 17, así que Perú tuvo el camino totalmente libre. Como una especie de consuelo, nos quedamos con la organización del otro campeonato. Sin embargo, también es verdad que este torneo nos va a dejar algunas cosas positivas: los estadios refaccionados, la experiencia de los chicos que participen y hasta el ambiente que reinará en el país. Pero la pregunta es, ¿a costa de qué? De seguir con lo mismo. No, gracias.
Yo no quiero más informalidad en nuestro fútbol. Yo quiero proyectos que se respeten. Gestiones deportivas sin intereses particulares. Se tienen que tomar medidas en la federación y la primera tiene que ver con los clubes, que son los pilares que abastecen al equipo de todos. Mientras estos conjuntos no tengan menores, no hay posibilidad de progreso. Así de simple.
El Mundial pasará, maquillará nuestro momento y nos hará creer que todo está bien. Pero irremediablemente luego de un tiempo nos volverá a encontrar la realidad y nos habremos dado cuenta que, en lugar de avanzar, nos estancamos en lo mismo.
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