Podríamos jugar a ser técnicos y elogiar/criticar a Nolberto Solano, pero la derrota de la Selección Peruana Sub 23 frente Uruguay –además de una dosis de angustia de cara a la última fecha– nos proporciona una linda excusa para hablar de Fernando Pacheco.
Cuando empezó el año y la danza de pases estaba en su apogeo, el apodo de ‘Mpaché’ era más una caricatura que un símil, por débil que sea, con el crack francés. Fernando Pacheco era, pues, uno de los jugadores prescindibles para Sporting Cristal. Y cómo no, si había hecho solo dos goles en 2019 y en La Florida, año tras año, nuevos canteranos empujan y meten presión.
Pero el contrato con Fluminense llegó para despejar el desalentador futuro que seguramente imaginaba. Y con ello, renovar sus ganas de jugar. Y con ello, sacar lo mejor de un atacante al que le sobran cualidades, pero, aparentemente, le faltaba motivación para explotarlas.
Después de tres partidos en el Preolímpico, me queda claro –sobre todo tras lo visto ante la ‘Celeste’– que ‘Pachegol’ es nuestra mejor carta. Viajó a Armenia diciendo que su marcha al ‘Flu’ no le daba mayor responsabilidad, pero eso fue de la boca para afuera. En la cancha se muestra, la pide, encara. Esas siempre fueron sus características, pero pocas veces lo vi con el empeño (y la efectividad, sobre todo de sus desbordes) que exhibe en este torneo. Una muestra más de cuánto influye lo anímico en el fútbol.
Mi deseo, y seguramente el de todos los peruanos, es que ese ímpetu, ese liderazgo, ese carácter que no le conocíamos hasta hace unos días, no se queden en Colombia y vuelen a Brasil con él. Es cierto que serán otras condiciones, compañeros diferentes, desafíos más grandes, pero Fernando Pacheco tiene 20 años y ha firmado por cuatro temporadas. No le pedimos que sea goleador ni figura del Brasileirao en este 2020, pero sí que dé muestras de la actitud con la que afronta el Preolímpico. Y que se cumpla lo que le dijo a este diario la semana pasada: “Espero adaptarme rápido y sentirme como en mi barrio”.