Aunque todos sabemos que tiene contrato vigente hasta el final de las clasificatorias a Qatar 2022, reconforta escuchar a Ricardo Gareca descartar la posibilidad de dejar la dirección técnica de la selección para entrenar a Boca Juniors. Las palabras del Tigre lo reafirman como el profesional serio y confiable que los peruanos hemos aprendido a apreciar y respetar.
Seguro que la opción de Boca es atractiva, cómo no. Asumir la conducción del equipo donde se inició y se hizo grande, suena a cumplir un sueño. Miremos sino el caso de Mario Salas, campeón con Sporting Cristal, que vuelve a su país para dirigir a su Colo Colo de toda la vida. Lo cierto es que Gareca, hombre de palabra, es una persona firme y de principios, que cumple sus compromisos
En 2015, cuando asumió la selección, Gareca se cuidó de no prometer en vano. Nunca garantizó que nos llevaría al Mundial ni mucho menos. Apenas compartió su ilusión que devolver a la selección su calidad de “representación histórica del fútbol que alguna vez mostró este país”. Demás está decir que lo logró. Y en el camino consiguió muchas cosas más.
Con Gareca, nuestro fútbol recuperó la autoestima y nuestros jugadores dejaron de sentirse menos que nadie. Logró armar un grupo sólido, unido y solidario. Sin grandes estrellas, clasificamos e hicimos una presentación digna en Rusia 2018, de donde regresamos con una victoria y dejando una buena impresión.
En el país de los procesos truncos, el Tigre se ha convertido en el técnico con más tiempo al mando de la selección y hoy, con el apoyo de todos, tiene la difícil misión de sostener lo avanzado y llevarnos a la próxima Copa del Mundo.
Escribe: Guillermo Denegri