Pasaron casi 45 años para que Universitario de Deportes vuelva a ganar en el extranjero anotando tres goles. La Copa Libertadores ha significado una pesadilla para los clubes peruanos en el último lustro, con solo tres victorias en los 40 partidos anteriores al de la noche del jueves en Paraguay.
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Frente a Capiatá, el equipo crema tenía la oportunidad de mejorar la estadística y así lo hizo. Las clásicas transiciones, que tanto bien le han hecho al conjunto durante el último año, le bastaron a los peruanos para sacar a relucir todas las debilidades de su rival de turno.
Los dirigidos por Diego Gavilán tomaron la iniciativa del partido, se hicieron dueños de la posesión, pero se olvidaron de la recuperación. La 'U', en tres pases, encontraba libertades poco antes vistas detrás de los laterales paraguayos, muy mal cubiertos por sus defensores.
Con la ventaja en el marcador, el miedo pareció invadir la mente de los once elegidos por Roberto Chale y las respuestas perdían ante los cuestionamientos. El equipo replegaba cada vez más, dejaba espacios por las bandas y Cáceda alzaba su figura dentro del área.
La personalidad mostrada durante los primeros compases del encuentro se difuminaba ante las arremetidas del equipo local. Los vestidos de crema corrían, cubrían y, ante la recuperación, no quedaba más remedio que el pelotazo sin destino. Escaseaban las ideas.
Sin embargo y en contradicción a lo establecido por el fútbol peruano, porque el deporte está lleno de incrongruencias, apareció la contundencia, ese último compañero que, cuando menos te lo esperas, sentencia una victoria que parecía irse de tus manos.
Vale recalcar, claro está, que tal factor llega, también, gracias a buenas decisiones de buenos futbolistas y la 'U' los tiene. Diego Manicero en combinación con el ingresado Luis Tejada, y gracias al azar del roce del balón con un defensor, puso el 1-3 que sentenció el encuentro y, tal vez, la eliminatoria.
Una victoria importante, una victoria anímica, una victoria histórica, pero una victoria, también, que no debe tapar lo realmente importante. Las interrogantes del juego deben ser respondidas, más temprano que tarde, por un comando técnico que, con sus virtudes y defectos, se ha ganado el cariño de un pueblo que los alienta cada fin de semana.
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