Su historia no es atípica a la de los grandes futbolistas que se hacen desde la austeridad y el sacrificio. Gonzalo Montiel es más bien un lateral de perfil bajo, cumplidor y corajudo; pero ante la poderosa Francia de Kylian Mbappé le tocó asumir un rol inesperado: el de la hazaña. Con un historial que lo respaldaba, su infalibilidad desde los doce pasos, el chico que le construyó una casa a sus padres con sus primeros sueldos en River Plate y que soñaba con ser profesional mientras a miles de kilómetros, en Rio de Janeiro, Lionel Messi perdía la final del 2014; el mismo chico que llevó a sus padres al Bernabéu para que lo vean jugar la final de la Libertadores ante Boca Juniors, ese chico, el de barrio, el de los sueños imposibles; aguantó toda la presión sobre su pie derecho y la contuvo para dejarla ir, hacerla humo, con un remate seco, simple, impecable que bien pudo tener de autor a Kempes, Messi o Maradona, pero la vida, el azar, la justicia divina, quiso que sea suyo.
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