En el amor como en el fútbol, no existe nada más honesto que el paso del tiempo. De allí que mientras para lo primero esta magnitud física es determinante, a un futbolista le es posible atenuar sus consecuencias bajo ciertas circunstancias. En el caso concreto de Sergio Busquets, vigente por su innegable talento, es hoy un jugador que contrarresta el paso de los años cada vez más dependiente de quien lo dirige y por supuesto, de a quién enfrenta. Felizmente para el último vestigio del título de Sudáfrica 2010 en la actual selección española, el que manda es Luis Enrique, quien como Pep Guardiola en la era dorada azulgrana, ha apostado por arropar al mejor mediocentro en la historia del Barcelona con el contexto ideal para que se desenvuelva como lo que alguna vez fue: el genio que controla la pelota, los espacios y el tiempo.
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