La vida en los setenta era muy diferente a como es hoy: no había Internet, ni redes sociales, ni smartphones, ni muchos menos las plataformas de streaming de series o películas como Netflix, de entre muchos otros aspectos que han cambiado por completo nuestra vida. Si una persona de la década de los setenta pudiera viajar al futuro y ver cómo ha cambiado nuestro día a día quedaría más que asombrada.
Si no, que se lo pregunten a Manel Monteagudo, un hombre de La Coruña que afirma que sufrió un accidente en 1979, cuando tenía 22 años, y no despertó del coma hasta el 2014, con 58 años. Con 21 años, Manel se había formado como electricista naval y decidió emigrar a Alemania. Desde allí partió en un mercante a Irak para trabajar como electricista. Sin embargo, una tragedia le cambió la vida.
El día de su cumpleaños 22, mientras reparaba un proyector subido a una escalera en un mercante alemán, se cayó desde una altura de seis metros, golpeándose fuertemente la cabeza. Monteagudo cuenta que su vida se fundió en negro, quedó en coma y estuvo más de tres décadas inconsciente.
Según cuenta, los primeros cuatro meses desde el accidente, Manel estuvo hospitalizado en Irak, después estuvo un año y medio en el hospital Modelo de A Coruña y luego, sin muchas esperanzas, decidieron enviarlo a su casa. Conchi, su novia, era la única que mantenía la ilusión de que algún día se despertaría y gracias a su carrera como enfermera pudo hacerse cargo de él durante 35 años.
El milagro de despertar después de 35 años
El milagro ocurrió el 15 de octubre de 2014, cuando despertó 35 años después y aunque el júbilo para sus familiares y amigos fue inmenso para él fue un completo shock: Manel se despertó del coma pensando que tenía 22 años y seguía trabajando como electricista en Irak y descubrió que en realidad tenía 58 años y había pasado gran parte de su vida en estado vegetativo en una cama de hospital.
“Mi primera impresión es que el accidente lo tuviera el día anterior, que estaba en un hospital, pero en Irak, pensaba que era el día siguiente del accidente”, dice Manel. En el tiempo que sufrió el accidente la convivencia era complicada y para que Conchi pueda cuidarlo debía haber un contrato matrimonial.
“Para mí era mi novia, yo no soy consciente de que ya era mi esposa. Tan pronto le vi la cara, la reconocí. Lo que no me encajaba para nada era el cabello, porque tenía muchas canas”, recuerda, pero en ese momento no podía expresarse con palabras y tuvo que pasar por un proceso de rehabilitación.
Tuvo que adaptarse a su nueva vida
Manel tuvo que aprenderlo todo de nuevo, desde caminar hasta comer, pero poco a poco fue adaptándose a su nueva vida: “A la recuperación física, que fue muy dura, hay que añadirle que viví un viaje repentino al futuro. Yo no sabía lo que era Internet, no había manejado un ordenador en mi vida”, revelaba.