Al deporte como ciencia no puede definírsele según los resultados que arroja. Entre un triunfo y una derrota hay muchas historias que las componen individualmente, lo cual nos permite entender que hay todo un mundo más allá del ganar o perder. La vida de Giannis Antetokounmpo, quien en la última temporada de la NBA salió campeón con los Milwaukee Bucks y fue elegido el MVP de la final, define perfectamente esta perspectiva sobre el deporte. Hoy muchos lo reconocen porque ganó, pero detrás del éxito de este jugador de 211 centímetros existe una explicación larguísima que nos remonta hasta los días en donde ni siquiera tenía identidad.
Y es que antes de alcanzar su primer anillo en la NBA, Giannis tuvo pasar de todo para llegar de Grecia a Estados Unidos con el único objetivo de sacar adelante a su familia. La historia de su pasado es la que lo define, pues tras ser premiado al remontarle la serie al Phoenix Suns por 4-2, decidió evocar los pasajes más difíciles de su vida para no perder la perspectiva tras el éxito del momento.
“Para que esté en esta posición, mis padres sacrificaron muchas cosas. Empecé a jugar al baloncesto para ayudar a mi familia. Intenté ayudarles a salir de los problemas y los desafíos que afrontábamos cuando éramos niños. Ha sido un largo viaje”, reflexionó el griego con los ojos humedecidos por la emoción.
Un camino para salir del anonimato
Giannis Ougko Antetokounmpo (Atenas, Grecia, 6 de diciembre de 1994) nació en el seno de una familia que buscaba olvidar su pasado en Nigeria, país de donde escaparon en 1993 para escribir una nueva historia en Grecia. Como era de suponerse, ser inmigrantes en un país europeo no fue fácil para Charles y Verónica, quienes criaron a sus cuatro hijos sudando la gota gorda hasta el nacimiento de Giannis un año después.
Cuando ya tuvo la edad para andar con sus hermanos, el menor de los Antetokounmpo siguió el “negocio” familiar y se dedicó a vender todo tipo de productos en las calles. La más mínima posibilidad de venta era bien recibida por todos, pues el simple hecho de llevar 10 o 20 dólares a casa tras finalizar la jornada era un logro increíble. “Yo era el mejor vendedor. El mejor. Era muy persuasivo”, relató el jugador de los Bucks hace unos años sobre aquellos días en Atenas.
Escapándose de todas esas dificultades, Giannis junto a su hermano más cercano, Thanasis, decidieron practicar algún deporte. Primero eligieron el fútbol, ya que su padre lo había jugado de manera amateur antes de dedicarse a la familia. “Cuando jugábamos a fútbol sí que pensábamos que seríamos buenos y que jugaríamos la Champions”, relató en una entrevista para el diario ‘El País’ en 2019. “Thanasis me dijo que en el baloncesto tendría más oportunidades porque era más alto y más fuerte que muchos”, añadió.
Cuando se decantó por el básquet, Giannis Antetokounmpo tuvo que esperar un par de años para adaptarse a un nuevo deporte. De manera empírica pero con un estilo único fue recorriendo las canchas de Sepolia demostrando su precoz talento. No obstante, por aquellos días su agilidad no solo se centraba en eludir a adversarios durante un partido, sino también antes de regresar a casa cuando procuraba no cruzarse con algún griego racista que pudiera golpearlo o robarle el único par de zapatillas que compartía con sus cuatro hermanos.
El descubrimiento de una estrella
El rumbo de su carrera cambió cuando Spiros Velliniatis apareció en su vida. Este entrenador retirado se dedicaba a recorrer los más recónditos escenarios en busca de un nuevo prodigio del baloncesto que fuera capaz de llenarle los ojos. Cuando vio a Giannis por primera vez quedó deslumbrado. “Pude ver que él tenía la habilidad para cambiar de dirección, manos enormes y un cuerpo que parecía listo para crecer. Fue como si algo me detuviera desde el cielo, en el momento que lo vi me cayó un rayo”, relató el griego en ‘The New York Times’.
Sin embargo, así como fue sencillo enamorarse de su destreza con el balón en las manos, Spiros tuvo que recurrir a más de una visita a la casa de los Antetokounmpo para convencerlos de que Giannis y su hermano tenían el talento para ser más que unos simples aprendices sin instructor. Aunque les costó aceptarlo, Charles y Verónica apostaron por sus hijos.
Velliniatis utilizó sus influencias para encontrarles un lugar en el Filathlitikos de la Segunda División de la Liga de Baloncesto de Grecia, quienes además de recibirlos, decidieron apoyar a la familia económicamente para que ellos solo se dedicaran a jugar y dejasen el trabajo de vendedores ambulantes.
El buen desempeño de Giannis en aquel torneo le permitió ser ojeado por los mejores scouts de la NBA. A pesar de que por entonces tuvo un vínculo con el CAI Zaragoza para mudarse a España cuando tuviera la edad suficiente, los Milwaukee Bucks gestionaron su traspaso por 400 mil dólares después de quedar convencidos de que estaba preparado para dar el gran salto a la Liga dorada del baloncesto.
Con 18 años a cuestas y un apellido casi impronunciable para la mayoría de narradores deportivos, Giannis Antetokounmpo quedó décimo quinto en el Draft 2013 de la NBA y firmó su primer contrato con los Bucks.
La humildad como bandera del éxito
Un par de años le bastaron para hacerse sentir dentro de tantas estrellas, al punto que rápidamente se posicionó como un jugador referencial para su equipo la Liga gracias a su vertiginosa progresión año tras año. Llegó ser valorado como el jugador con mayor crecimiento en su juego, parte del All Star, MVP de la temporada un par de veces y ser considerado como el elemento más valioso de los Bucks en unos años donde se convirtió en el director de orquesta del equipo.
A nadie le sorprendió que en 2020 firmase uno de los contratos más valiosos de la historia de la NBA con una ficha de 228 millones de dólares por los próximos cinco años. En esta parte de la historia de Giannis Antetokounmpo vale decir que el dinero nunca lo mareó. Incluso cuando empezó a recibir sus primeros cheques en 2013, procuraba gastar lo menos posible para enviarle lo restante a su familia que aún se encontraba en Grecia. Era tal el nivel de compromiso que tenía que un día se compró una Play Station 4 para no aburrirse en el departamento donde vivía, pero la terminó vendiendo porque sintió el remordimiento de haber hecho un gasto innecesario.
Por otra parte, antes de todo el éxito que al día de hoy lo envuelve, Giannis llegó a vivir en los Estados Unidos sin identidad propia. Era nigeriano de origen y griego de nacimiento, sin embargo no contaba con un pasaporte que lo acreditase. Recién en 2016 a través de la fundación Generation 2.0 recibió la nacionalidad griega.
Nikos Odubitan, fundador la mencionada organización, reflexionó al respecto y detalló que lo de Giannis marcó un precedente para el resto de inmigrantes que piden a gritos ser amparados por la ley. “Cuando era una persona normal y corriente, solo se le veía como a un inmigrante ilegal. Ahora que es una estrella del baloncesto, se ha convertido en un representante de Grecia. Todos estamos orgullosos de lo que ha pasado. Pero tenemos ingenieros, médicos y todo tipo de profesionales que el Estado griego no reconoce. ¿Por qué hace falta ser una estrella del baloncesto?”, detalló para ‘The New York Times’.
Más allá del balón naranja
Giannis Antetokounmpo es considerado un jugador anárquico, pues su estilo de juego, muy cercano a lo que en su juventud mostro LeBron James, no puede ser definido en una sola posición. En el mismo sitio web de la NBA le han asignado hasta cuatro posiciones, lo cual lo define en pocas palabras como un híbrido llamado point-forward, o alero con funciones de dirección.
Fuera de lo que ha conseguido con su talento para dominar la naranja y que con 26 años está aún en el amanecer de una carrera que pinta para marcar época, la historia del griego nos permite entender que ser campeón de la NBA puede ser importante para los flashes y el reconocimiento histórico, pero si este logro no se dimensiona sobre la base de lo vivido, no se le podría encontrar un verdadero valor social.
Giannis Antetokounmpo es más que una estrella del deporte, pues su historia reescribe la de muchos otros inmigrantes que aún no son reconocidos y pugnan por tener una identidad como la que consiguió este jugador de los Bucks. Hasta él mismo lo sabe: “Me encanta volver a los orígenes y devolver a mi ciudad todo lo que hicieron por mí. Me gusta volver a Grecia. Aquí soy un tío normal, no una estrella”, comentó en 2019, dándole valor a lo que significa sentirse parte de algo después de no haber sido nada. Esa enseñanza quizás valga más que un anillo de la NBA.
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