Corre, piensa, muerde y sufre. Hace unos días, luego de su laborioso triunfo frente a Paraguay, decíamos que Estados Unidos quería calmar sus nervios. Pues bien, los últimos 20 minutos del partido en el que venció a Ecuador el jueves por la noche en Seattle fueron puro nervio y casi hicieron olvidar que durante 60 minutos el equipo de Klinsmann había jugado un gran partido. Lo cierto es que ya está en semifinales de la Copa América Centenario y si Messi y Argentina sortean a los venezolanos, los de las barras y las estrellas tendrán la oportunidad de lograr tal vez el triunfo más importante de la historia de su fútbol el martes entrante en la ciudad de Houston.
El 2-1 sobre Ecuador con un rosario en la mano de parte de los norteamericanos deja la interrogante abierta, ¿es Estados Unidos el conjunto ordenado y compacto, fastidioso en la marca y letal en el contragolpe de los primeros 60 minutos? ¿o es por otro lado, el equipo que fundió motor y solo atinaba a tirarla de punta hacia arriba cuando se vio contra la pared? A favor de ellos hay que decir que en esta Copa América, jugada con una intensidad inusitada, ningún equipo, excepto Argentina, ha logrado mantener el mismo nivel de juego durante los 90 minutos.
La apuesta inicial e inteligente de Klinsmann pasó por neutralizar las peligrosas bandas de Ecuador. Durante el primer tiempo, las parejas de Walter Ayoví y Jefferson Montero por un lado y Antonio Valencia y Juan Carlos Paredes por el otro, no tuvieron mayor peso en el trámite del partido. Por el lado izquierdo de Estados Unidos, Besler, un central improvisado como lateral en reemplazo del suspendido Deandre Yedlin y Bedoya, con el valioso apoyo de Gyasi Zardes, se dedicaron casi exclusivamente a tareas defensivas, sin aventurarse en territorio ecuatoriano.
Sin embargo, la cautela de Estados Unidos, con un cada vez más sólido John Brooks en la zaga y el traslado inteligente y certero de Bradley y Jones al medio, no renunció al atrevimiento de presionar a Ecuador en salida y de recostar el ataque sobre la derecha. En ese sector del campo destacó la persistencia de Bobby Wood, el delantero que fue una preocupación constante para el capitán Ayoví, Erazo y Mina. A diferencia de los partidos de primera fase, el equipo de Jurgen no tuvo reparos en buscar el lanzamiento sobre las espaldas de la primera línea de volantes ecuatorianos (Gruezo y Noboa) y de esa manera, y la personalidad y experiencia gravitante de Clint Dempsey, llegaron con insistencia a la puerta de Domínguez.
Ecuador mientras tanto, perdía la pelota con rapidez, y con los laterales tapados, buscaba sin éxito que Arroyo o Enner Valencia inventaran algo arriba. Estos dos últimos se vieron huérfanos en medio del bosque de camisetas blancas que casi siempre vencían en el anticipo y en la pelota dividida. Estados Unidos era corto, compacto, disciplinado y corría con inteligencia la cancha. Así, en el minuto 20 una escapada de Wood, hizo entrar a la zaga ecuatoriana en pánico y provocó el desorden. Al quedarse el delantero sin ángulo cedió hacia atrás a Jermaine Jones quien puso un centro preciso en medio de la descolocada defensa amarilla hacia la cabeza de Dempsey. Este, letal en los partidos trascendentes con su país, pegó un salto y con cabezazo perfecto —como para un comercial— puso el merecido 1-0 para los locales.
En el segundo tiempo, la sensación de dominio de Estados Unidos continuó, pero a poco de iniciado, las expulsiones de Antonio Valencia y Jermaine Jones cambiaron el dibujo del partido. Parecía incluso que con más espacios para elaborar, Ecuador, que hombre por hombre presentaba más densidad de talento, podía equiparar el juego. Cumplidos veinte del complementario, otra vez el atrevimiento de Estados Unidos volvió a rendir frutos. Un pase en profundidad de Bradley, cuyo pie inteligente es pieza fundamental en el equipo, fue recibido por Wood en la punta izquierda, este cedió a Besler, quien ensayó un centro venenoso al corazón del área. Ahí se juntaron Zagres y Dempsey para ganar por arriba y por abajo a la defensa ecuatoriana y marcar el 2-0 que parecía definitivo.
Pero ahí comienzan los estados alterados del equipo de Klinsmann, porque lejos de dormir el partido, otra vez el exceso de entusiasmo y la obligación de jugar con un 4-4-1 que luego, ante el reemplazo de Dempsey, parecía más un 5-4-0 —Graham Zusi, el supuesto punta, a duras penas pasaba el medio de la cancha— les jugaron una mala pasada. Con dos goles abajo, Gustavo Quinteros hizo entrar a un volante creativo como Gaibor en lugar de Noboa y el lateral Cristian Ramírez por Gruezo, el otro medio. Eso permitió que Walter Ayoví trepara como organizador y el veterano de 37 años respondiera probando que el talento no lo regalan en las esquinas. De su zurda salió el pase con el que Arroyo descontó en el marcador y le quitó la mitad de la cancha al cuadro aplicado que parecía haber fundido motor. Es en esa instancia que también surge como figura excluyente —como contra Brasil y Perú— Jefferson Montero por la banda izquierda. El jugador del Swansea devastó el sector derecho de los Estados Unidos y si el empate no llegó fue porque Enner Valencia, con la cabeza descalibrada, no pudo concretar las magníficas oportunidades de gol que Montero creó en los últimos 20.
Ecuador se despidió en Seattle de la Copa América con la satisfacción de haber pasado a cuartos de final por primera vez en dos décadas y la certeza de saber a qué juega pensando en el pasaje a Rusia 2018 que ya tiene medio pagado. Estados Unidos avanza a semifinales sin dejar de ser el equipo adolescente que juega con orden y se aprende el libreto a cabalidad, pero que corre el peligro de desencuadernarse si el clima se torna adverso. El triunfo agónico sobre Ecuador sin embargo, asoma como un paso más hacia la madurez futbolística que busca y que podría alcanzar.
EN VIDEO: Ecuador vs. Estados Unidos: Arroyo le puso suspenso al partido con golazo
TE PUEDE INTERESAR…