Todos tenemos nuestro cóctel favorito. Algunos lo prefieren con alcohol, otros sin alcohol. Algunos con limón, otros sin hielo. Y el cóctel del Barça es el que se vió ayer en el Camp Nou. Una mezcla de los mejores jugadores del mundo con chicos de la casa. Esto ha sido históricamente el Barça. Una fórmula casi científica que ha hecho grande al club catalán y que ayer, por obligación del guión por culpa de las bajas de algunos de los pesos pesados, volvió a escena.
En el medio campo, Valverde optó por dos chicos de la Masia, Busquets y Sergi Roberto, acompañando a un fichaje de presente y futuro como De Jong. Y delante, sin las estrellas, Rafinha y Carles Pérez, otros chicos de la cantera, fueron los encargados de acompañar al fichaje del verano, Antoine Griezmann.
Esta mezcla hizo vibrar al Camp Nou en el primer partido oficial en casa y parece que poco a poco el Barça vuelve a sus orígenes. Unos orígenes que peligran si lo de Neymar -yo no me lo creo- va en serio. ¿Por qué queremos a Neymar si ayer Carles Pérez, que debutaba de titular con el primer equipo en el Estadi, nos recordó al mejor Pedro Rodríguez? ¿Por qué queremos a Neymar si ayer debutó Ansu Fati, un chaval de tan solo 16 años que en solo 15 minutos creó más peligro que Coutinho y Malcom juntos?
El Barça debe mirar para abajo porque hay gente que reclama a gritos oportunidades para aportar su ingrediente al cóctel que históricamente ha dado gloria al Barcelona.