En junio de 2017, la etapa de Luis Enrique había llegado a su final. En Barcelona se volvía a cerrar un ciclo –con un segundo triplete, en 2015, luego del 'sextete' de Pep Guardiola en 2009– y en el Camp Nou ya tenían un recambio fijo. ¿El nombre? Ernesto Valverde.
Aunque su estilo no era del todo ‘cruyffista’, los altos mandos le dieron el visto bueno: había sido jugador 'azulgrana' entre 1988 y 1990 y su currículum convencía. Con 53 años, llegaba después de haber construido un proyecto más que interesante en el Athletic de Bilbao –ganándole, incluso, la Supercopa de España al Barza– y su manejo de vestuario era envidiable.
Ernesto Valverde llegó en un contexto difícil. Las comparaciones son odiosas, pero es que era imposible no hacerlas. De la mano de Zinedine Zidane, el rival de toda la vida dominaba Europa a placer (dos Champions seguidas que terminarían siendo tres). Y justamente, el primer reto era contra ellos, en la Supercopa de España.
Sin Neymar, quien acababa de marcharse al PSG, Barcelona sufrió dos derrotas difíciles de digerir: primero cayó 3-1 en el Camp Nou y luego 2-0 en el Santiago Bernabéu. Aunque Ernesto Valverde había fichado a Ousmane Dembélé, ese partido, y las actuaciones del 'Mosquito' en lo sucesivo, pusieron al 'Txingurri' ante su primer dolor de cabeza: no había un socio/heredero de Lionel Messi.
La marcha de Xavi a Qatar, Luis Enrique llegó a compensarla con el vértigo de la 'MSN' (Messi, Suárez, Neymar). Sin dejar del todo la pelota, Barcelona cambió posesión por verticalidad y el éxito llegó. En 2017, Ernesto Valverde encontró a un Andrés Iniesta en las 'últimas', y a nadie más que complemente el trivote al centro que formaban Sergio Busquets e Ivan Rakitic: Arda Turán, André Gomes y Paulinho no estuvieron a la altura.
Entonces, fuga y envejecimiento de cracks fue el primer problema que Ernesto Valverde afrontó en el Barcelona. A mitad de temporada llegó Philippe Coutinho, pero año y medio después, y al igual que Dembélé, todavía no ofrece su mejor versión. Ese dolor de cabeza, el DT azulgrana lo ha compensado con estrategia.
Con jugadores como Arturo Vidal, Valverde resigna un poco más la posesión (Luis Enrique ya lo había hecho otro tanto) para buscar el error del rival con presión alta y mediana. Para eso hay que correr, y por ello ahora el fino Rakitic es tan criticado. A partir de ahí, y acaso ese sea el punto débil de Valverde, es solo dársela a Messi y a Suárez para que liquiden. Si uno falta, se siente demasiado.
Dos noches malditas
Sin posesión ni velocidad en las transiciones ofensivas, Ernesto Valverde ha apuntado a ello. Y así, ha hecho buenos partidos (ganó en el Santiago Bernabéu, no perdió en el Vicente Calderón, dejó en ridículo al Manchester United), pero su proyecto no se terminó de consolidar debido a las derrotas en Roma y en Liverpool, que lo sacaron de la Champions League por diferencia de goles.
A estos partidos, el Barcelona llegaba como favorito luego de exhibiciones en el partido de ida y de dar una sensación superior como equipo, pero no fueron las noches ni de Messi (lo que habla de una dependencia) ni del 'Txingurri', inerte ante la adversidad. Algo que el hincha nunca perdonó, sobre todo después de la lluvia de ‘Orejonas’ que cayeron en Madrid durante los últimos años.
Trabajo y resolución es el primer argumento a favor de Ernesto Valverde, al que hay que sumarle su ya conocido manejo grupal. Después de las eliminaciones de la Champions, o de la derrota en la final de la Copa del Rey ante Valencia, ningún jugador ha salido a quejarse, ni frontal ni indirectamente.
Valverde ha logrado 'domar' al incorregible Arturo Vidal, quien sí se quejaba de su suplencia. A través de su manejo, hizo que diera más de sí y se gane el puesto en la cancha. Tampoco se quejan de él Coutinho o Dembélé, a veces suplentes, ni Umtiti, quien perdió el puesto a manos de Lenglet. Al contrario: el técnico siempre respalda a los criticados y los 'fijos' y referentes hablan bien de él.
Piqué lo dijo: “Las decisiones la toman otros, pero varias veces hemos dicho que queremos que el 'míster' continúe en la siguiente temporada". Y lo ratificó Messi antes de perder ante Valencia: "La culpa en la eliminación de la Champions es de los jugadores, no de Valverde. Me gustaría que siga".
Por eso, decir que Valverde no tenía un plan sería equivocar la visión. Sí lo tuvo, pero no le salió como hubiese querido. Dicho esto, vuelven a aparecer las comparaciones de una época que no volverá, por lo menos, en el futuro inmediato. Los jugadores ya no son los mismos que tuvo Guardiola en su momento, ni hay el talento de Neymar que supo pulir Luis Enrique en la mejor temporada del tridente MSN, pero sí hay una postura que se puede observar en el campo sin brillar del todo.
Además, el presidente Josep María Bartomeu ya aseguró su continuidad, con lo que seguro muchos no estarán de acuerdo. Es cierto que su estilo no es del todo vistoso, pero sí trabajado. Sus jugadores lo respaldan y es cuestión de seguir puliendo una idea que no solía verse en el ‘Can Barca’ pero que con los jugadores adecuados rodeando a Messi podrá terminar de darle la revancha a un técnico que ha tenido que revolucionar a un equipo envejecido.
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