Una vez le preguntaron a César Luis Menotti, técnico campeón del mundo con Argentina en 1978, si prefería tener en su equipo a un jugador normal que razone bien durante el partido, o a uno muy bueno que no entienda nada. “Si no razona nada, entonces no es bueno”, respondió el argentino. Bajo esa lógica, ¿cómo podríamos definir a Vinicius Junior después de este revulsivo arranque de temporada que está teniendo con el Real Madrid? Para dar una respuesta más justa, cuando llegó a la ‘Casa Blanca’ en 2018 todavía era un jugador bueno que parecía no entender nada. El paso del tiempo de la mano del aprendizaje lo ha llevado a otro nivel, pues hoy parece ser un jugador muy bueno que razona cada uno de sus movimientos con la sapiencia de un veterano.
Sus cinco goles en la misma cantidad de partidos jugados en LaLiga Santander lo respaldan. Por lo que viene mostrando bajo la dirección de Carlo Ancelotti, el carioca ya ha superado los tres goles que registró en la campaña doméstica 2020-21 y está a tres de igualar los ocho tantos que había marcado en sus anteriores tres campañas.
Si algo le reclamaban los hinchas desde las tribunas, era su incapacidad para concretar las ocasiones que sus confusas piernas generaban. Hoy parece haber alcanzado la brillantez necesaria para abrazar el bien preciado del gol en el momento más oportuno: sin fichajes resonantes durante el pasado mercado, tiene la obligación de asumir con responsabilidad su rótulo de indiscutible, lo que a la vez requiere de su juego una determinación más consistente. “Creo que el secreto es que el míster me da la confianza que necesito para hacer bien las cosas. Los compañeros también me la dan”, le reveló recientemente al medio deportivo ‘Mahou’, descifrando la clave de su estado de gracia.
De una favela al estrellato
Vinicius de Olivera Junior (São Gonçalo, Río de Janeiro, Brasil, 12 de julio de 2000) apareció en las canteras del Flamengo de Brasil como el prototipo especial de un crack que necesitaba pulirse con el tiempo. En cada una de las categorías inferiores en las que actuó siempre enfrentó a rivales de mayor edad, lo cual nunca fue un problema pues se las arregló para sobresalir: en la sub-15 anotó 16 goles en 44 partidos, en la sub-17 hizo 12 en 19 duelos y en la sub-20 marcó 13 en 16 encuentros.
En São Gonçalo, además, tuvo que andar de la mano de su padre, Vinicius José Paixao de Oliveira, para sortear a rivales más difíciles que los que enfrentaba en el verde: la delincuencia y el narcotráfico. Salir de Portão da Rosa –una de las favelas más peligrosas de Río de Janeiro– no hubiera sido posible si el líder de la familia De Oliveira, un humilde técnico de televisión por cable, no conseguía trabajar horas extras para sacar adelante a sus cuatro hijos.
Cuando tuvo la edad suficiente para acercarse con mayor frecuencia al primer equipo del Flamengo, Reinaldo Rueda, el técnico por aquel entonces, decidió llevarlo con calma. Ni la presión de las tribunas del Maracaná ni las fervientes editoriales de la prensa local lo llevaron a cambiar de opinión. El entrenador colombiano creía en el talento de Vinicius Junior, pero tampoco quería contribuir a un cargamontón en el que el único perjudicado sería el futbolista. “Estamos hablando de un muchacho que tiene un gran futuro por delante, pero no podemos arrojar toda la responsabilidad sobre él”, comentó Rueda en una de las tantas veces que fue cuestionado por los pocos minutos que le daba.
Al alcanzar los 16 años y con un contrato con el Real Madrid de por medio, Vinicius Junior empezó a experimentar las primeras consecuencias del exitismo que generaba su nuevo status de celebridad. Los 165 millones de reales que pagó el cuadro merengue –42 millones de euros– no ayudaron a apaciguar el ambiente, lo que maximizó la presión sobre él.
Zico, campeón de la Copa Libertadores y la Intercontinental con Flamengo en 1981, se animó a darle una categoría aún mayor. “En su tramo de edad, Vinicius Junior ya es uno de los mejores del mundo. Es preciso darle más oportunidades y que juegue los partidos de principio. Tiene capacidad para cambiar un partido, pero solo sabremos si va a responder a las expectativas cuando sea titular”, comentó en 2017. Tostão, campeón del mundo con Brasil en la Copa del Mundo de México 1970, fue más cauto. “Tiene un talento adormecido, pero durante los partidos se ha mostrado muy confuso, precipitado y con muchos errores en el pase”, precisó el histórico jugador del Cruzeiro.
Una partida inconsciente
Antes de marcharse al Real Madrid en 2018, Vinicius Junior se quedó una temporada más en el Flamengo para completar la mayoría de edad y consolidar los pequeños brillos que había mostrado en 2017, año donde incluso disputó algunos minutos de la final de la Copa Sudamericana que el ‘Mengão’ perdió en manos de Independiente de Avellaneda. En total, con el cuadro brasileño disputó 69 partidos en los que anotó 14 goles y sirvió 4 asistencias.
Arribar el Santiago Bernabéu para la campaña 2018-19 no fue nada sencillo, no solo por lo que significa llegar a un club tan grande como el Real Madrid, sino por las circunstancias tan complejas y apremiantes se vivían en Valdebebas: estaban cerrando un círculo exitoso de tres Champions League consecutivas y, tanto Cristiano Ronaldo como Zinedine Zidane, dos de los artífices más importantes de dicha gesta, habían tomado rumbos fuera de la capital de España.
Con una presión específica de por medio, Vinicius Junior buscó sus primeros minutos en el Real Madrid Castilla antes de sumarse al plantel principal, por entonces dirigido por Julen Lopetegui. Sin embargo, su juego no dejó buenas sensaciones cuando empezó a ser citado a los entrenamientos: tenía una velocidad envidiable, pero sus movimientos eran descoordinados y perdía el balón cada vez que intentaba ganar en el uno versus uno con un regate complicado.
Su cuerpo despedía el aroma característico de los jugadores brasileños, pero sus piernas respondían afirmativamente a una interrogante justificada: ¿Vinicius Junior estaba realmente capacitado para estar en el Real Madrid? Lejos de los memes descalificadores y las reprimendas obvias de los hinchas que solo buscan resultados, todo hacía indicar que su juego estaba aún muy lejos de madurar para la élite.
De menos a más
La partida de Lopetegui y la llegada de Santiago Solari, y el posterior retorno de Zinedine Zidane al banquillo merengue lo llevaron a un único lugar: al del inconformismo. “Yo voy siempre, es lo mejor que hago. Fallo una y la próxima voy otra vez. Tengo personalidad”, dijo en 2019, año en donde empezó a repuntar en su juego, pero una lastimosa lesión lo obligó a perderse muchos encuentros. Para entonces era muy fácil resumir su estilo de juego: regateador innato, velocista como pocos y atrevido en el mano a mano. No obstante, su distancia con el gol siempre lo ponía en el centro de la atención y las burlas. Incluso, él mismo se encargó de acentuarlas. “El regate es más fácil que el gol”, explicó, sin la intención de que sonara a una burda justificación a su falta de puntería.
Antes de la llegada de Carlo Ancelotti, Vinicius Junior había marcado 18 goles en 118 partidos, además de haber servido 19 pases de gol. Si comparamos esos números con la tónica en la que se encuentra hoy en día, podríamos suponer que los superará con creces. La clave no está tanto en la cantidad de goles al instante, sino en la consistencia de estos a lo largo de la temporada, y precisamente la regularidad es una arista pendiente que el delantero de 21 años tiene que validar en el campo.
Volviendo a César Luis Menotti, si pudiéramos preguntarle qué jugador es Vinicius Junior, seguramente nos respondería que “es un muy buen futbolista que está empezando a razonar sobre aspectos del juego como un futbolista normal”. Y es que con ‘Vini’ nunca se sabe, o se sabe, pero se duda. Su trabajo de ahora en adelante estará en disimular hasta el más mínimo cuestionamiento sobre su sublime presente. “Tiene un talento adormecido”, dijo Tostão hace cuatro años. ¿Será que ya ha despertado del todo?
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