Gonzalo Higuaín recibió una mejor oferta. Decidió abandonar al Napoli y fichar por la Juventus. Su brillante temporada con el cuadro napolitano terminó por jugarle en contra. El hincha se había acostumbrado a gritar sus goles, a fabricarlo como ídolo. Tenía en la cabeza el acuerdo tácito de que no firmaría por otro club. Menos un club italiano. Sería una traición. Pero igual, el argentino se fue.
Y empezaron las noticias de camisetas quemadas y mensajes insultantes hacia el delantero. Todo a través de redes sociales. En una mezcla de indignación y cierto afán de protagonismo. Aunque demostrando siempre el amor por su club y lo inexplicable que les resultaba que su jugador, que compartió el mismo sentimiento por los colores de su camiseta, decida abandonarlos.
Es un fútbol de oficina que todavía no aceptamos. Similar a lo que sucede hoy en día con cualquier empleado en el mundo. Ante una mejor oferta económica, la mayoría decide por cambiar su lugar de trabajo. Así de frío y racional. Un trabajo más, aunque sea difícil de asimilarlo. Preferimos a los héroes, construir leyendas que nos hagan sentir mejor con el hinchaje por nuestro equipo.
Francesco Totti lo calificó de desastre. Pero sin referirse directamente a Higuaín. Lo puso como ejemplo de un fútbol en donde importa más el negocio que el amor por un club. Ganar y ganar más dinero. Lo cuál no está ni bien ni mal. Depende de cada persona. Sin embargo, la ilógica natural de cualquier aficionado ocasiona que no termine de entenderlo. Se quedan huérfanos de ídolos que no terminan de construir. La única reacción posible es protestar. Sin embargo puede haber otra razón.
Es difícil saber lo que piensa un jugador al fichar por otro equipo, yendo en contra de todos sus hinchas. Muchos toman en cuenta que solo es por un tema de dinero. No obstante, pueden hacerlo también por el afán de grandeza. Lo que sucedió en algún momento con Gabriel Omar Batistuta. El también delantero argentino dejaba la Fiorentina (en donde era el máximo ídolo) para irse a la Roma, donde finalmente pudo ganar el Scudetto italiano. Haciendo un paralelo con el caso Higuaín, éste sabe que en la Juventus tiene más opción de ganar un título en Italia y ¿por qué no? llegar a las instancias finales de Champions League.
Está costando adaptarse a un fútbol de ídolos efímeros. Son cada vez menos los casos de futbolistas que deciden quedarse en un solo club, obviar ofertas de otros equipos por sumas exacerbadas de dinero. Deciden ganar reconocimiento arriesgándose a quedarse sin títulos. Como el mismo Totti lo dijo, en algún momento pudo firmar por el Real Madrid, ganar tal vez con los merengues la Champions League o la Intercontinental. Sin embargo, prefirió quedarse como leyenda en la Roma. Elección válida. No obstante, decidir por otra opción no tiene porqué condenarse.
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