En calidad de nombres, estilo de juego, títulos, mística y número de hinchas (el 25,6% de todo el país, según una investigación del diario Bild, en enero del año pasado), en Alemania no existe competidor para el Bayern Munich, actual hexacampeón de la Bundesliga. Algo que nadie más ha hecho en dicho país, y que en las cinco grandes ligas de Europa solo puede ser comparado con la ‘dictadura’ del Olympique de Lyon entre 2001 y 2008.
Todo empezó a inicios de los 60’s, dos años antes de ingresar a la Bundesliga (1965). Una pobre cantera, de la que solo destacaban dos jóvenes, Franz Beckenbauer y Sepp Maier, obligó a la directiva a invertir. Y fue ahí que, ofreciendo un contrato profesional, compró a la estrella de la liga regional de Baviera, Gerd Müller, quien desairó el contrato de aficionado que le procuraba el 1860 Munich.
Bayern ganó su primera liga en 1969. Y como el resto de equipos, continuaba fichando jóvenes con talento. Por ejemplo, en 1971 debutaron, con 19 y 18 años respectivamente, Paul Breitner y Uli Hoeness. Tres años después lo haría Karl-Heinz Rummenigge, también con 18. Los tres, hoy, son leyendas del club y de la selección alemana.
Política de fichajes del Bayern Munich
Pero no era el único método. Los bávaros también trabajaban en su cantera. Todo el esfuerzo alcanzó para posicionarse, en 1973, como uno de los equipos más grandes del país, discutiendo el trono con el Hamburgo y el Borussia M’gladbach. ¿Cómo ganar una pelea así? Fue en ese momento que a la dirigencia se le ocurrió hacer algo jamás visto. Un real y certero golpe.
De acuerdo al investigador Ángel Iturriaga, en una crónica para la revista de Martí Perarnau –el biógrafo de Pep Guardiola–, los pases empezaron a darse en la Bundesliga hacia fines de los 60’s. Al Bayern llegaron Hans Nowak, desde Schalke, y Hewart Koppenhöfer, del Kaiserlautern. Fue campeón en la Bundesliga 1972/73, pero vio que Colonia, el segundo, era una amenaza real para la siguiente liga, así que la dirigencia metió mano al bolsillo y compró a la figura del equipo, el volante Hans-Josef Kapellmann, por la extraordinaria suma de US$ 448 mil.
Los bávaros no solo repitieron el plato en la liga, sino que ganaron su primera Champions. Y la segunda, y la tercera, de forma consecutiva. El nuevo método había sido testeado y aprobado con nota sobresaliente. Tanto que en los 80’s no brotó ningún nombre ilustre de la cantera y la crisis se agudizó por quitarle tantos jugadores consolidados a los rivales, pagando cantidades por encima de lo que el mercado pedía. Igual, el club cumplió ganando 6 de esas 10 ligas.
Según ESPN, en dicha década los aficionados del Nuremberg denunciaron que no podía ser coincidencia que tantos jugadores suyos pasaran al Bayern, y creían que había una especie de complot contra su club. Igual fue con los del Karlsruher en los 90’s, dolidos por la marcha de Oliver Kahn, Mehmet Scholl y otros íconos. Y, tranquilamente, la misma protesta pudieron hacer los hinchas del Bayer Leverkusen entrado el nuevo siglo, cuando Ballack, Zé Roberto y Lucio se mudaron a Múnich, o los del Hoffenheim el año pasado, al ver al club sucumbir ante la presión y dejando ir a Rudy, Süle y Sandro Wagner.
¿Algún responsable de todo esto? Muchos, pero nadie se lleva más crédito que Uli Hoeness. Luego de jugar 10 años en el Bayern (y seis meses en el Nuremberg, donde se retiró), volvió al equipo para ser, con 27 años, una suerte de director deportivo y comercial. Al cabo de unos años liberó al club de sus deudas, multiplicó sus socios y, sin descuidar la agresiva política de fichajes, reflotó el trabajo en divisiones menores. Se hizo presidente y desde entonces, salvo por los dos años que estuvo en prisión por fraude, jamás ha dejado al club. Ni el club a él, pues la fórmula, mejorada por sus conocimientos, es la que sigue trayendo alegrías 40 años después.