Horacio ZimmermannEditor Web Depor
¿Cristal consiguió? No. ¿Mereció? Sí.
Es evidente que la opinión respecto al partido frente a Peñarol sea que el fútbol no es de merecimientos, sino de logros. Y sí, es de logros. Eso nadie está en condiciones de discutirlo. No obstante, del logro obtenido en un partido no se opina porque está evidenciado en el marcador, que habla por sí solo. En cambio, sí se opina y analiza en función de la producción de un equipo, de la relación de superioridad que ejerce en el campo de juego; o de inferioridad, si fuera el caso, respecto al rival. Entonces, el merecimiento también entra en el análisis. Y en ese terreno, Cristal fue mejor equipo que Peñarol. Por lo tanto, mereció ganar, sin desconocer que en el fútbol existe siempre la opción de que no triunfe el mejor. Por eso es el fútbol es tan atractivo.
Cristal fue superior a Peñarol durante la mayor parte del trámite del juego. Sin embargo, no estableció una diferencia que debería haber logrado de acuerdo a cómo se dio el partido. Cristal dominó, pero no ganó, entonces muchas veces se dice: Mariano Soso debería haber cambiado el plan. Para ello, primero se debe observar el plan utilizado y preguntarnos por qué no cristalizó. Son dos opciones a analizar: o el procedimiento fue equivocado, o le faltó eficacia.
En mi opinión, tiene que ver más con la segunda opción: al procedimiento le faltó eficacia. Jugar bien no solo responde a generar oportunidades de gol, sino también a convertirlas. Y en ese terreno Cristal no rentabilizó todas aquellas que creó. No tuvo en ninguno de sus intérpretes la capacidad individual para decidir mejor el remate final. Esa es una condición que debe preocupar a Soso: su equipo necesitó seis o siete ocasiones para convertir; el rival, una o dos. Debió ser a la inversa según el trámite. A diferencia del año pasado, el equipo rimense muestra un déficit en cuanto a producción de goles que debe resolver en la brevedad.
El dominio de Cristal en el partido no fue estéril. Por el contrario, la superioridad que ejerció en el campo de juego está ratificada en las situaciones que construyó, pese a la férrea marca que impuso Peñarol. No obstante, dejó pasar oportunidades claras (por ejemplo, y quizás la más evidente, la que Alberto Rodríguez erró solo debajo del arco). Por eso, la sensación no es de satisfacción plena. Y no lo es porque el partido terminó complicándose más de la cuenta luego del gol de Peñarol, en el que hubo una mezcla de errores individuales que permitieron la anotación del conjunto uruguayo: Ballón dejó escapar a Aguiar por el centro; Cazulo, en lugar de retroceder, avanzó, dejando un espacio vacío a su espalda, lugar por el que ingresó el citado mediocampista uruguayo para anotar en el primer tiempo.
En el aspecto defensivo Cristal fue un equipo correcto, aunque por muchos momentos desbalanceado. Si quitamos el error colectivo en la jugada del gol de Peñarol, no tuvo mayores problemas para controlar los heroicos avances del rival. La poca capacidad colectiva del conjunto uruguayo en ofensiva no trajo mayores problemas (eso sumado a la capacidad de sacrificio de Ballón para ocupar espacios, y al sacrificio de Costa para la marca); sin embargo, la pregunta es evidente: ¿Ante un equipo que disponga de mayor volumen ofensivo será igual de fácil controlarlo? Es un tema que debe resolver Soso según el rival de turno.
En general, hubo aspectos positivos que rescatar en el juego que produjo anoche el equipo de Soso, pero es natural que estos sean difícil de considerar por la amarga sensación que dejó el empate en casa, sabiendo que al final de la fase de grupos estos puntos son determinantes en la clasificación a octavos de final.
Construir un estilo lleva mucho tiempo. Si frente a la adversidad (solo un triunfo en cuatro partidos) la solución es sustituirlo, como sostienen algunos exagerados, esta sería una decisión imposible de concretar debido a lo laborioso que significa la tarea de consolidar una forma de jugar. Un estilo no se puede cambiar de un día para otro.
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