Bipolares como somos, los peruanos tendemos a endiosar a nuestras figuras con facilidad y tenemos escasa tolerancia a la frustración. Así, pasamos del amor al odio en un instante y es común que critiquemos con dureza hoy a quien solo ayer ovacionábamos. Qué difícil nos resulta mantener el equilibrio, ¿no?
Cuando surge una promesa, a menudo nos dejamos llevar por el entusiasmo y nos apresuramos a ver un campeón en un chico que apenas asoma. O luego de la buena tarde de un futbolista peruano, cuántas veces queremos ubicarlo ya en un equipo de la élite mundial. Como si fuera tan sencillo. Y no lo es.
Es bueno ser optimistas y creer en nuestras posibilidades, pero también es clave mantener los pies en la tierra. Triunfar en el deporte demanda disciplina, solidaridad, trabajo en equipo y determinación, pero también paciencia y mucha cabeza fría. Hay un recorrido que hacer para alcanzar los objetivos y no es fácil llegar a la cumbre.
Por eso es tan importante cuidar a nuestros jóvenes valores y conducirlos con serenidad, paso a paso y sin quemar etapas. Formándolos para alcanzar el éxito en el deporte pero también en la vida. Para que sepan mantener el equilibrio y no se derrumben cuando enfrenten los obstáculos que sin duda hallarán en el camino.
Que nos lo cuenten sino Paolo Guerrero y Jefferson Farfán, quienes de la mano del recordado Constantino Carvallo, aprendieron lecciones de vida que los ayudaron a conducirse en su carrera y a mantener la cordura en medio de la locura que acompañan a la fama y la fortuna.
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