Era 29 de enero de 2019 y Real Garcilaso –hoy Cusco FC– vencía por 2-0 a Deportivo La Guaira, resultado que los clasificaba a la fase de grupos de la Copa Libertadores. Sin embargo, un infortunio los dejó con las manos vacías a los 94′: Gustavo Dulanto se resbaló en su intentó por despejar el balón y dejó el camino servido para que José Balza marque el 2-1 final, sellando la clasificación del cuadro venezolano por su gol de visitante. Como era de esperarse, las redes sociales se encendieron en contra del defensor. Él asumió su culpa. “El error fue mío y lo asumo como hombre que soy porque siempre me enseñaron a afrontar. Búrlense, hagan memes, pero no me voy a sentir mal ni me caeré”, tuiteó en aquel entonces. Eso último es lo que quizás más lo define como persona, el hecho de nunca rendirse.
Resumir la carrera de Gustavo Alfonso Dulanto Sanguinetti (Lima, 5 de septiembre de 1995) en aquel resbalón sería muy injusto, pero sí nos sirve como punto de partida para entender la magnitud de lo que hasta ahora ha conseguido. Tras ese yerro en 2019, tal como él mismo lo dijo, no se cayó. Al contrario, a pesar de que solo volvió a jugar cuatro partidos por el torneo local aquel año, en julio encontró la posibilidad de emigrar al exterior para jugar en el Boavista de la Liga de Portugal. Esta fue la primera señal de que con su esfuerzo y temple saldría siempre adelante. Pero para atender la personalidad de Gustavo Dulanto tenemos que irnos un poco más atrás.
Maduración prematura
Alfonso ‘Pocho’ Dulanto Corzo, su padre, fue un destacado futbolista que salió tres veces campeón con Universitario e incluso vistió la camiseta de la selección peruana en Eliminatorias y dos Copas América. Sin embargo, ‘Pochito’, como le dicen a Gustavo, nunca quiso aprovecharse de su posición como hijo de un futbolista y desde muy chico intentó labrar su propio camino. “Yo solo hice mi carrera. Puedo tener el apellido, pero todo lo que he logrado lo hice solo”, le contó a este diario en abril del año pasado.
Razones no le faltan a Gustavo para decir que su prematura independización le ha permitido avanzar en el fútbol. Incluso cuando era niño y tuvo la oportunidad de probarse en la ‘U’ –club del cual es hincha–, decidió no hacerlo para escribir su propia historia. Aprovechando la estancia de su papá en Arequipa cuando este jugaba por Melgar entre el 2000 y 2001, se unió a la academia que Sporting Cristal tenía en esa ciudad. Ahí estuvo hasta el 2003 cuando tuvo que mudarse al Rímac para continuar con su formación. En 2006 pasó a la Universidad San Martín, en 2007 por FRAMA, hasta retornar al club de Santa Anita en 2009 para quedarse hasta el 2011.
Recorriendo ese camino fue fortaleciendo muchas de las aptitudes que lo han llevado a destacar silenciosamente, no solo para jugar como defensor central, sino también para tomarse la libertad de anotar algunos goles de tiro libre en su etapa como futbolista profesional. No por nada a día de hoy suma 17 tantos y seis asistencias en su carrera, una estadística que habla muy bien de sus cualidades pero que cuenta con una explicación en una anécdota muy peculiar de su infancia. Cuando su padre jugaba en la San Martín entre el 2004 y 2005, Gustavo tenía nueve años y lo acompañaba a los entrenamientos. El preparador de arqueros del cuadro santo, César Chávez-Riva, lo retaba colocando camisetas en los vértices del arco para que él disparase. Si los derribaba, Chávez-Riva le regalaba una botella de gaseosa. “Yo me iba con seis botellas a mi casa”, contó alguna vez. De esa manera su capacidad de disparo y precisión se fue puliendo desde muy chico.
De Rosario a Lima en busca de una oportunidad
El primer cambio brusco que le tocó vivir fue cuando en 2011, con 17 años, le llegó la posibilidad de probarse en Rosario Central, uno de los clubes más emblemáticos de Argentina. Convenció desde el primer instante y se quedó a vivir en la Ciudad Deportiva del conjunto ‘Canalla’. Ahí estuvo durante tres años disputando torneos juveniles de la AFA, donde coincidió con Giovanni Lo Celso –reciente campeón de América con Argentina– y Franco Cervi –actual compañero de Renato Tapia en el Celta de Vigo–.
Con 19 años y después de haber vivido una experiencia importante en Argentina, Gustavo Dulanto regresó al Perú en septiembre de 2014 para por fin jugar por el club de sus amores, la ‘U’. Como todo juvenil, tuvo que pasar por el equipo de reservas para recién debutar en Primera División en mayo de 2015 de la mano de Luis Fernando Suárez. Su debut coincidió con una convocatoria preliminar para disputar la Copa América en Chile, torneo al cual no asistió por decisión de Ricardo Gareca.
Su paso por Universitario no terminó como esperaba y tuvo que encontrar espacio en otros clubes de provincia. Estuvo en UTC desde 2016 hasta 2018, para luego encontrar la continuidad que siempre quiso en Real Garcilaso. Lamentablemente en su última etapa en el club cusqueño la directiva le jugó una mala pasada y lo dejaron de lado sin darle mayores explicaciones.
Portugal, una experiencia de dos colores
Su llegada al Boavista fue una movida que pocos esperaban, pero él era consciente que se lo merecía. Al principio el técnico del club luso, Lito Vidigal, no lo tomó en cuenta esperando que primero se adapte al ritmo de competencia de Europa. Recién debutó en la fecha 9 en el triunfo sobre el Sporting Braga ingresando en los descuentos. En total disputó 10 partidos en la temporada 2019-20, donde anotó dos goles y recibió una tarjeta roja.
Lo difícil vino en el siguiente curso, pues a pesar de aún tener contrato con el club hasta julio de 2021, la llegada de un grupo inversor dueño del Lille de Francia le dio un giro a la historia de Gustavo Dulanto en Portugal. Llegaron 25 nuevos jugadores al Boavista y ni siquiera haber participado de la pretemporada –anotando un gol en la presentación del equipo– le sirvió para que las cosas cambiaran. Su suerte ya estaba echada y a pocas semanas de que comience la Primeira Liga le comunicaron que ya no contarían con él.
Sheriff Tiraspol, una merecida revancha
Estuvo tres meses entrenando por su cuenta esperando que apareciera una chance para salir de ahí. Lo llamaron algunos equipos de la Segunda División de Portugal e incluso llegó a tener conversaciones con clubes de Argentina, pero su decisión de mantenerse en la máxima categoría de algún país europeo pesó más. Su paciencia fue clave y no se desesperó, por eso cuando el FC Sheriff Tiraspol lo contactó le sedujo la posibilidad de estar en una institución reconocida por siempre pelear los primeros lugares en Moldavia.
Gustavo Dulanto no se equivocó, pues el FC Sheriff Tiraspol acumula en su palmarés 19 títulos locales y es el más campeón de la Liga de Moldavia. No le costó mucho seducir al técnico ucraniano Yuriy Vernydub y se hizo con un lugar en el equipo titular hasta salir campeón en la temporada 2020-21, convirtiéndose además en el único futbolista peruano en levantar un título en Europa. Los colombianos Danilo Arboleda y Frank Castañeda, además del brasileño Henrique Luvannor –que también cuenta con la nacionalidad moldava –, al ser los otros sudamericanos en el equipo lo ayudaron en su rápida adaptación.
El título le valió al FC Sheriff Tiraspol la posibilidad de disputar las rondas previas para ingresar a la fase de grupos de la Champions League. En la primera llave vencieron al Teuta de Albania con un marcador global de 5-0. Luego hicieron lo propio con el Alashkert de Armenia por 4-1 –Dulanto anotó uno de los goles en el partido de vuelta–, para posteriormente sorprender a todos al eliminar por 2-1 al Estrella Roja de Serbia, un grande del fútbol de ese país que incluso ya ganó la ‘Orejona’ en la temporada 1990-91.
Ya en la última instancia antes de ingresar a la fase de grupos de la Champions, vencieron por 3-0 –con Dulanto como capitán– al Dinamo Zagreb de Croacia en el partido de ida y empataron 0-0 en la vuelta, confirmando así su histórico ingreso al torneo más importante de Europa. “Mi mamá, esposa e hija me incentivaron a venir aquí, porque estaba pasando malos ratos en Perú. Pero mi ‘vieja’ siempre me ha dicho que este es mi sueño. Y vine aquí. Lo único que quiero es que mi familia esté orgulloso de mí”, reveló el zaguero mientras transmitía por Instagram la celebración de la clasificación con sus compañeros.
Gustavo Dulanto sabe de derrotas, tropiezos y dificultades, por eso ahora que le va tan bien en Moldavia su historia cobra mucha relevancia como una lección de resiliencia y superación. En tiempos de escases de compatriotas jugando en el ‘Viejo Continente’, que su nombre retumbe mientras el himno de la Champions suena debe ser motivo de orgullo. Su resbalón en 2019 sirvió para que muchos peruanos se burlen de él, pero tal como lo recalcó en su momento, el tiempo les demostró a todos que jamás se rendiría. Y ahí está, rompiéndola en el campo de juego hasta canjear las burlas pasadas por elogios.
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