Luis Suárez no le quitaba los ojos de encima. Buscaba intimidarlo, pero no podía. Miguel Araujo tampoco agachaba la mirada. Una noche antes de debutar como titular ante Uruguay, en 2017, Néstor Bonillo y Adrián Vaccarini, los preparadores físicos de la Selección Peruana, lo llamaron para comparar sus estadísticas.
Con algo de vergüenza, las leyó. Rendimientos, saltos, sprints. En casi todas coincidían. Incluso, en algunas aceleraciones el peruano ganaba. El ‘charrúa’ parecía un monstruo por tirarse de diente –le dijeron–, pero no era invencible.
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Mientras el ‘Pistolero’ lo miraba fijamente, Miguel Araujo recordaba dos lecciones. La del cuerpo técnico y la de su papá, tocayo y primer DT: al rival se le pone cara de malo. La primera vez que lo escuchó no tenía más de ocho años. Le pidió ayuda para algún día jugar con los mejores, y él aceptó. Desde entonces, Don Miguel, que practicaba box, lo despertó a las 6 am., antes de ir al ‘cole’ Soberana Orden Militar de Malta, y le enseñó pases y toques.
A los 10, luego de un torneo de barrio, fue invitado a UTC (sede Lima). Nunca buscó excusas. No tendría zapatillas Nike, pero Marilú, su mamá, le conseguía unas de tela que parecían eternas. Si lo castigaban, se escapaba e iba. Y si no había para el pasaje, trotaba los 4.2 km. entre San Gabriel y la curva de Nueva Esperanza, en Villa María del Triunfo.
En 2008 llegó a las menores de Cobresol junto al resto de chicos de la academia. Y aunque otros tenían más talento, Miguel Araujo, quien jugaba de ‘6’, lateral y defensa central, salió adelante a base de compromiso: se olvidó de las fiestas, dejó todo y se fue a Moquegua a los 16, seis meses antes de acabar secundaria.
Con la ayuda de sus ‘profes’, la ‘Fiera’ estudió a distancia, y a fin de año volvió para dar los exámenes solo y en un mismo día. Las recompensas las cosechó en todos los planos. En lo personal, lleva tres años casado con Jacquieline y juntos tienen a Violeta, una niña de cuatros meses. Y en lo profesional, por su puesto, ‘anulando’ a figuras, clasificando a un Mundial y nunca esquivando la mirada. Porque Miguel es noble, pero sabe cuándo poner cara de malo. Papá lo hizo bien.
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