Que Lionel Messi haya tenido una digestión acorde al día de partido y una noche de descanso ideal, las uñas en perfecto estado y no le moleste el corte de cabello ni padezca de piel irritada por el retoque de la barba; son microdetalles que repercuten en el estado emocional de la selección argentina. Y es que la albiceleste depende muy íntimamente de cómo amanezca Lionel para funcionar en la cancha. Así de gravitante es el mediocampista ofensivo para el bienestar deportivo de los dirigidos por Scaloni. ¿Y Portugal? Ahí la historia es otra, al veterano Cristiano Ronaldo se le venera de una forma más sana: se le respeta como leyenda, pero la dependencia de la escuadra lusa con el ídolo de 37 años es mínima. Se le ayuda, se le aplaude, se le mima; pero su función es casi, casi ornamental.
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