La palabra ‘talento’ ha sido puesta en diferentes contextos, algunos más relevantes que otros, pero pocos son los que de verdad lo poseen y pueden hacer gala de ello en escenarios diferentes, como un ring. Aquellos que nacen con ciertas habilidades y las potencian hasta alcanzar grandes logros, son los que más satisfechos se pueden sentir consigo mismos, pues tendrían definido cuál sería su propósito de vida, uno que los llevará muy lejos.
Fiorela Goicochea, desde su etapa escolar, sabía que lo suyo no era el estudio. No le gustaba la rutina frente a un escritorio o tener que memorizar citas, para luego plasmarlo en un papel que después olvidaría.
Con 16 años estaba segura de dos cosas: lo suyo no eran los libros (aunque trataba de sacar buenas notas) y tampoco una vida convencional. Una mañana, la visita inesperada a su escuela en Huarochirí fue el inicio de una aventura muy grande y que hoy, cinco años después, marca el ritmo de su vida.
“Llegaron a mi colegio para anunciar que se habían inaugurado talleres deportivos municipales y el boxeo fue el que encajó con mis horarios. Estaba en quinto de secundaria y aún no sabía qué estudiar, aunque admito que tampoco me entusiasmaba eso. Recuerdo que al inicio iba a las clases como un hobbie, pero luego el entrenador me dijo que vio condiciones, en la postura y la parada de combate y me vio empeñosa, por lo que meses después me propuso participar en un campeonato nacional. Ese fue el inicio de todo”, recuerda con cariño Fiorela.
Aquel 2014, una delgada pero aguerrida jovencita de 16 años fue al Campeonato Nacional de Boxeo con el espíritu lleno de ilusiones y con los pies bien puestos en la tierra. Los escasos seis meses de entrenamiento y la firme determinación de avanzar cada ronda a su paso le permitió alcanzar lo que ni en sus sueños pudo imaginar: ganó su primera medalla de oro (premio que en este torneo se denomina Guantes de oro) y fue escogida preselección.
“Creo que tengo talento para este deporte. Es una disciplina muy completa que exige mucho de ti: tiempo, resistencia al dolor y soportar moretones, pero cada uno de ellos lo vale. Hay días en los que te levantas muy agotada y no quieres entrenar; luego recuerdas por qué lo haces y qué es lo que quieres alcanzar con ello”, comenta una risueña ‘Fiore’, quien a sus 21 años ha destacado en cada campeonato de boxeo al que ha participado, incluyendo la Copa Pacífico que se realizó en Ecuador, el año pasado.
Esta no fue la única vez que la ahora seleccionada peruana de boxeo demuestra el talento innato que posee. Muchos deportistas entran en la encrucijada de saber si deben dedicarse o no a una disciplina de tiempo completo. Más allá del apoyo o la inversión que se necesita para llegar a un alto nivel –generalmente escaso, incluso inexistente–, está el cuestionamiento de si es el deporte el camino a seguir, en la búsqueda de una estabilidad en la vida. Lo hizo, un tiempo estuvo alejada, para sentarse a estudiar Administración de Empresas y conseguir un trabajo… una vida convencional.
“Estuve un año fuera del ring. Hubo cursos que me gustaban en el instituto; sin embargo, nada me hacía sentir plena, ni confiada y menos feliz conmigo misma. El boxeo es un deporte que implica muchos sacrificios, pero esa adrenalina que te invade al pelear… Eso no lo hallaba en los estudios. Lo hablé con mis papás y felizmente lo entendieron, así que a finales del 2016 volví, esta vez, hasta que las fuerzas no me den”, evocó.
Tras un año sin vestir aquellos guantes que le compró su padre, tuvo que volver a acostumbrarse a esa rutina que sí le apasionaba, aquella que la hacía levantarse con el sol aún oculto y le exigía darse en cuerpo y espíritu a los entrenamientos. No había olvidado las posiciones básicas de cómo pararse o defenderse, aunque se sentía fuera de forma por los meses alejada.
Pese a todo, estaba dispuesta a retomar el ritmo lo antes posible, ya que faltaban 11 meses para los Juegos Bolivarianos 2017, y su entrenador sabía que ella debía competir. Aquel periodo lejos del cuadrilátero pudo jugarle en contra, pero Fiorela decidió hacer caso omiso a esa lógica, que le decía que tal vez lo mejor era tomarse su tiempo para prepararse adecuadamente, y viajó a Colombia con la firme y única convicción de demostrar que estaba hecha para esto.
“Tuve muy poco tiempo para ponerme en forma, sentía que todos estaban muy avanzados, pero no bajé los brazos y entrené muy duro para estar al nivel que exigía la Selección Nacional de Boxeo”, explica. El elenco peruano viajó a Cuba meses antes del certamen para intensificar allá las prácticas. Tras varias peleas y con menos de un año entrenando a full, ‘Fiore’ se quedó con la medalla de plata en los Juegos Bolivarianos del 2017 en Santa Marta.
Ella sabe que sus rivales en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 serán durísimas, incluida la representante de Colombia, Ingrit Valencia, quien la derrotó en la final del Bolivariano 2017, en la categoría de 51 kilos. Aun así, no se achica, al contrario, se para bien, mira de frente y sin perder la concentración, no baja la guardia y tiene en mente cuándo y cómo dar el siguiente golpe.
Su corazón late a mil de solo pensar en lo grande que será este evento deportivo. Todos los días le quedan cortos, pues las horas se le van entrenando. Ella está concentrada, con la consigna de que el reto es grande, aunque sabe que el talento lo tiene, por lo que seguirá practicando muy duro hasta alcanzar su tan ansiado sueño: portar nuevamente una medalla de oro sobre su pecho.
El reto está allí, en la otra esquina del cuadrilátero, aguardando el primer golpe. Fiorela está dispuesta a dar un ‘knock out’ en Lima 2019, para quedarse en el medallero. “La meta que tengo y sé que puedo alcanzar es estar en el podio. Los rivales serán muy duros, pero puedo conseguirlo. Además, cuando peleo con el corazón, salen poderes que no conozco”, concluye.
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